Perspectivas climáticas, economía circular y degradación de los suelos: temas centrales en A Todo Trigo 2024

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¿Puedo proyectar en materia agroclimática? Para el consultor Germán Heinzenknecht la respuesta es sí, aunque es clave tener indicadores confiables y basar las decisiones sobre información a largo plazo, evitando las “ondas del clima cortas” que afectan el “mes a mes”.

En este sentido, para analizar lo que podría pasar en la segunda mitad del año, el especialista tomó como referencia los últimos meses del año 2023. “El inicio de la primavera fue muy seco y en la segunda mitad permitió acompañar la siembra. Entre diciembre y febrero de este año el niño todavía estaba bastante activo y volvimos a tener precipitaciones importantes”, reparó en primera instancia.

“El estado de las reserva ahora está a pleno. Puedo hacer la agronomía que quiera. El que está cosechando va a estar complicado pero el escenario comparado al del año pasado es realmente favorable. Tenemos la disponibilidad de humedad normal o sobre lo normal. Prácticamente no tenemos limitantes para el inicio de la siembra”, añadió.

En función de estos antecedentes y de cara a los modelos que indican un regreso asegurado de la niña hacia finales de este año, Heinzenknecht llevó tranquilidad. “Con la llegada del aire frío y seco se instala un cambio de patrón de circulación que moderará significativamente la oferta de agua. Con lluvias normales, incluso algo deficitarias, el invierno podría transitarse sin mayores pérdidas de humedad. No se espera que la niña sea influyente en el comienzo de la primavera, incluso no alcanzaría a afectar la oferta de agua de octubre con floraciones y siembras gruesas”, señaló.

“No hay razones para proyectar deficiencias generalizadas para el comienzo de la primavera. El evento niña no se perfila intenso ni persistente”, concluyó.

En paralelo a la cuestión climática, la jornada puso también foco en el estado actual de los suelos, uno de los objetos de estudio del ingeniero agrónomo e investigador del Conicet, Juan Gaitán.

“La degradación de los suelos es un tema bastante amplio que implica muchos procesos distintos: degradación eólica, hídrica, física, química, entre otras. Vinculadas al sector agropecuario, hay dos variables principales: la erosión hídrica, que es posiblemente el principal proceso de degradación de tierras en nuestro país, y el carbono orgánico en el suelo como uno de los aspectos más importantes de su salud”, explicó el especialista.

En lo que respecta a la erosión hídrica, en función de un mapa presentado desde el INTA, Gaitán indicó que hay una tendencia que se ha mantenido relativamente constante en los últimos 22 años.

“Hay dos décadas que se diferencian claramente. Del 2000 al 2012 hay una tendencia en aumentar la erosión y, por el contrario, del 2012 al 2022 eso disminuyó. Allí entra en juego el rol de las rotaciones”, dijo. De acuerdo a lo analizado, el aumento de la erosión en los primeros años de este siglo respondió a un aumento de la producción de soja de primera y a una disminución de la rotación con trigo. En cambio, en la década siguiente, el aumento del trigo y de otros cultivos de invierno ayudó a revertir esa tendencia.

“Con un cultivo simple, la pérdida del suelo ronda las 2.5 toneladas por hectárea. Si parte de la superficie la llevamos a dobles cultivos, uno de invierno y uno de verano, eso baja a 1 tonelada o menos. Eso tiene que ver con que, frente a cultivos simples, en el otoño siguiente el suelo queda sin protección siendo esa una época de alta erosión por lluvias”, afirmó Gaitán.

Atado a esto, de acuerdo con el investigador, aquellos suelos con mayores rotaciones y una menor taza de erosión fueron los que mayor carbono demostraron tener, algo clave en términos de fertilidad de los suelos.

Gaitán cerró su participación en A Todo Trigo con una propuesta: “Hay que diseñar un sistema de monitoreo para el aprendizaje y mejora de gestión”, dijo. Para él es clave “observar y medir si lo que se está haciendo efectivamente conduce a las metas de reducción de la degradación del suelo o si por el contrario resulta necesario modificar el manejo”.

“Ese sistema de monitoreo estaría integrado por modelos que den lugar a una red de parcelas permanentes para tener estimaciones permanentes y cada vez más precisas”, finalizó.

Jorge Hilbert fue el tercer invitado del encuentro, que se ocupó de desarrollar la estrategia de la bioeconomía como una “megatendencia global” que se viene. De acuerdo con el ingeniero agrónomo, la bioeconomía como actividad que busca innovar en materia de ciencias de la vida, y que se plantea emplear la biomasa para producir otros insumos y productos, se expande a nivel mundial a gran ritmo.

“La bioeconomía piensa en términos de redes. Estamos acostumbrados a hablar de las cadenas de la soja, el trigo y el maíz. Ella comienza a ligar esas cadenas en un entramado en donde se producen distintos productos y hay que atender a distintos mercados con los que no estamos acostumbrados a interactuar”, señaló.

Una de las herramientas con las que cuenta la bioeconomía son las biorefinerías que integran, según explicó, biomasa para producir elementos que atienden a distintas cadenas: combustibles, productos de construcción, bioproductos, entre otros. “La idea es impulsar economías de aglomeración de estas tecnologías”, dijo.

Frente a esto dijo que una gran oportunidad es lograr convertir en un agregado de valor ambiental a estos productos, lo que se traduciría en una ventaja competitiva. “Eso se obtiene a partir de poner en evidencia los métodos de producción que satisfagan la necesidad de los consumidores”.

A modo de ejemplo, mencionó el desarrollo de biomateriales a partir del rastrojo de trigo, que ya tiene inversiones concretas en Argentina como es el caso de los paneles de construcción de losa rígida.

Hilbert concluyó mencionando a la tendencia de los bonos de carbono –otra cuestión clave desde el punto de vista medioambiental- e indicando que la sustentabilidad debe ser claramente demostrada. “Se tiene que dar cuenta de que se está haciendo un esfuerzo adicional y ese es uno de los talones de Aquiles del sistema. Tiene que ser medible, verificable y permanente. Debemos estar maduros de acá a próximos años cuanto esto adquiera importancia”.

 

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