Destruyamos lo que anda bien
El reciente proyecto de ley presentado por el Poder Ejecutivo para crear un Instituto de Promoción de todas las carnes producidas en el país esconde un lamentable plan para destruir al Instituto de la Promoción de la Carne Vacuna, IPCVA, institución que funciona desde 2003 en forma exitosa, y crear otro manejado por el estado cuyas funciones nunca fueron explicadas. Las circunstancias del caso obligan a pensar que para dar trabajo a amigos de esta administración, y despojar a las entidades del campo de un lugar desde el que promueven su visión productivista, se avanza sobre un organismo que viene cumpliendo una vital función para el país con solo 12 personas, financiado con fondos de los ganaderos principalmente, y también de los frigoríficos.
El proyecto de ley ingresado el viernes 20 a última hora en mesa de entrada del Senado de la Nación por el PEN, tiene su origen en el Ministerio de Agricultura. Este proyecto, explicado en sus principios en forma verbal por el Ministro Carlos Casamiquela en casa de Gobierno días atrás, nunca fue expuesto en forma escrita a los interesados y menos aún a la prensa, por eso se sospecha que el mismo tiene intenciones tan ocultas como la forma en que se manejó su propia génesis.
Lo explicado por el Ministro es tan sencillo como siniestro: como el IPCVA demuestra un trabajo exitoso al posicionar la carne vacuna en el mundo y por su trabajo de extensión y promoción en el mercado doméstico (en muchos casos internamente trabajando codo a codo con el INTA que el propio Casamiquela presidió durante años), se derogaría la ley que le dio origen en el 2001 y se proyecta una nueva Institución donde se sumarían las otras carnes: aviar, porcina, ovina, de pescado etc.; cuya directiva se manejaría principalmente por el estado y su financiamiento, aparentemente, seguiría siendo por el aporte de los particulares.
Si las intenciones fuesen razonables: ¿no sería mejor crear un Ente que represente las carnes alternativas y que tengan como ejemplo al IPCVA en su forma de manejarse?, ¿y no destruyéndolo para crear una Institución que nacería con pocas probabilidades de éxito?
Estas cosas suceden porque no se convocan a los propios interesados que son los que realmente conocen, tanto los mercados como las producciones desde el campo y sus procesos industriales.
Independientemente de las cuestiones políticas y monetarias que pueda esconder este proyecto hay cuestiones que deberían explicarse para dilucidar esta discusión.
En primer lugar, la carne vacuna argentina es reconocida en el mundo como la mejor. Es un logro de la ganadería argentina por su origen, genética y por ser mayormente criada a pasto que le da una identidad única. Lo primero que hace un turista extranjero al llegar a nuestro país es buscar de comer un buen asado, es un producto totalmente diferente al producido en otras partes del globo. Los principales hoteles del mundo buscan tener “carne argentina” en sus menús y así la ofrecen, mientras que la de pollo o cerdo no se puede identificar su origen: son verdaderos commodities.
Una cuestión que no es menor es que en nuestros principales competidores de carne vacuna, como EEUU y Brasil, hay grandes corporaciones de alimentos que tienen intereses en las tres principales carnes: vacuna, cerdo y aviar, cosa que no ocurre en nuestro país. Una de las razones que llevaron años atrás a empresas de aquellos países a adquirir frigoríficos nacionales fue para satisfacer las demandas crecientes de carne vacuna de calidad, ya que las otras carnes se pueden abastecer desde cualquier origen, basta estudiar las alternativas de fletes y otros costos; mientras que la demanda de carne vacuna es específica.
Esta situación demuestra que la carne vacuna no es un commoditie, y el hecho de contar nuestro país con empresas diferenciadas en las distintas carnes puede resultar una ventaja competitiva de Argentina al no contar con esa concentración que se observa en el resto del mundo.
Mas de 400 años de historia
Según nos cuenta Segundo Acuña, en su libro “El ADN de la Carne argentina”, los vacunos llegaron al país a partir de 1552, es decir que la ganadería vacuna tiene una historia de más de 400 años. En el otro extremo la aviar apenas tiene 40. Si bien los cerdos y los ovinos entraron a nuestro territorio en el mismo siglo que el vacuno, su crianza no alcanzó a desarrollar una actividad económica importante. Los ovinos tuvieron su auge hasta mediados del siglo pasado, pero como lanares no como productores de carne. En las últimas décadas se buscan razas que sean más carniceras que productoras de lana por ser este un producto que pierde competencia ante las fibras sintéticas. La producción de carne aviar siempre fue casera y su desarrollo industrial, tal cual se la conoce hoy en nuestro país, apenas tiene unos 40 años. Desde el Virreinato hasta nuestros días, pasando por las vaquerías, los saladeros, el nacimiento de nuestros frigoríficos y la industria del cuero; la ganadería tuvo y tiene una relación fundamental con la economía del país y por ende con la política.
Cultura, economía y todo el territorio
Presentes la carne en nuestras obras literarias e históricas fundamentales, hasta el cine actual, demuestra que la ganadería argentina es un elemento esencial de nuestra cultura. Sin extendernos demasiado la ganadería vacuna no se puede comparar ni histórica ni culturalmente a ninguna otra actividad parecida.
La actividad económica desarrollada a través de nuestros rodeos da trabajo a más de un millón de personas: desde los ganaderos y sus empleados en el campo: ya sean criadores, invernadores, feedloteros, o cabañeros; pasando por las cadenas de intermediación e industria como matarifes, consignatarias y frigoríficos; llegando a los carniceros de barrio hasta poderosos supermercados, sin contar los transportistas y otras actividades relacionadas como la del cuero. Todas estas actividades, aunque se despliegan hoy principalmente en unas 20 provincias, su distribución llega a casi todo el territorio nacional con posibilidades de crecimiento en todas ellas. Ahí donde hay algo de vegetal que pueda comer el vacuno, desde un monte ralo de la Patagonia o del Norte del país, hasta los distinguidos alfalfares de la pradera pampeana puede crecer nuestra ganadería. El desarrollo de las otras carnes como son la aviar o la de cerdo, se dan en pocas regiones del país y con las posibilidades de crecimiento económico sostenible en solo aquellas donde sea viable la producción de granos que la abastezca.
Otra cuestión importante es que estas carnes alternativas se pueden dar con personal calificado que hay que entrenar, mientras que la ganadería, al menos en su fase primaria, tiene personal capacitado desde siempre; incluso desde antes de ser Nación en todo nuestro territorio.
Pollos y Cerdos
Ese millón de protagonistas distribuidos en gran parte de la geografía nacional dan a la cadena vacuna un marco muy especial. La puja de intereses se da en una actividad atomizada y muy especializada en cada eslabón. En cambio, la industria cárnica aviar y también la porcina están integradas en su gran mayoría. Las empresas que producen carne aviar originan su propia genética: los pollitos BB que entregan a los galpones o granjas, junto al alimento que también producen. Incluso parte de esas granjas son propiedad de las mismas empresas.
En el caso de los cerdos ocurre algo semejante: algunos frigoríficos se expandieron a la producción estableciendo grandes criaderos de miles de madres. La integración es la semejanza entre estas cadenas pero con una diferencia substancial: Argentina importa carne de cerdo porque no se abastece la demanda interna, mientras el crecimiento de la carne aviar, no solo alcanza para aprovisionar el creciente consumo doméstico, sino que nuestro país ya está entre los seis o siete principales jugadores mundiales.
La pregunta sería ¿para qué debemos promocionar el aumento de consumo de carne de cerdo?, si crece el consumo eso supone importar más aún desde Brasil, el principal exportador mundial. ¿Vale la pena crear un ente financiado por argentinos para promocionar la importación desde nuestro vecino?
La otra carne significativa para nosotros es la de pollo. La cadena aviar argentina, representada en su cámara CEPA, Centro de Empresas Procesadoras Avícolas, hizo su propio y exitoso plan estratégico que llevo el consumo de 10 kilos por habitante por año en la década del 80, a los 45 kilos actuales. Se trata de un sector caracterizado por un singular dinamismo y en expansión, que continuamente incorpora tecnología y se plantea nuevas metas ¿necesita contar con un instituto nacional?
El gobierno jamás presentó un plan estratégico para ninguna de estas carnes. El crecimiento y su planificación están en manos de los propios privados; empresas y sus cámaras. Es extraño crear un Instituto sin saber a qué apunta. Es como lanzar una solución sin haber identificado primero el problema.
La creación del IPCVA llevo muchos años de intercambio de opiniones y recelos entre los mismos protagonistas, sobre todo los ganaderos que debían aportar la mayoría de los fondos para su creación.
Aunque la ley 25.507 que le dio origen data de noviembre de 2001, la discusión para consensuar entre los actores de la cadena cárnica comenzó en los últimos años de la década del 90. El decreto reglamentario se firmó en diciembre de 2002 comenzando su labor en 2003.
Recién después de un par de años de funcionamiento se convencieron de su utilidad todos los protagonistas.
El beneficio de su labor se relaciona principalmente por el posicionamiento de la carne argentina en los mercados mundiales, pero hay otras actividades que poco conoce el público general, como el apoyo a investigaciones específicas (de laboratorio, genéticas, de mercado, productivas etc.) que orienta desde productores hasta consumidores.
Encuentros científicos que sirven de guía y ejemplo en el mercado global, como la extensión de las mejores técnicas de campo para mejorar la eficiencia de nuestros rodeos en el mercado doméstico es parte de la labor de este Instituto que es un ente de derecho público no estatal, manejado por apenas 12 personas.
Muchos de los logros en el mercado mundial, como la reciente apertura europea a la carne engordada a corral de Argentina, en mejores condiciones que la famosa “cuota Hilton”, la conocida cuota 481, es producto de la iniciativa del mismo IPCVA.
Todos estos logros parecen dar las razones al Ministro para destruirlo en un intento atropellado en el Congreso para instalar un ente estatal, que ya todos imaginamos sus resultados.
Por Gerardo Gallo Candolo
Ing. Agronomo / Periodista agropecuario
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