Los mejores hombres en las peores circunstancias para la Independencia.
Juan Martín de Pueyrredón – Gral. José de San Martín
Por Paolo Barbieri *
El 9 de julio de 1816 en las Provincias Unidas del Río de la Plata corrían tiempos de guerra. Después de 6 años, la Revolución de mayo no lograba aun su cometido final, varios de sus hacedores habían muerto, otros fuera del gobierno, y sólo algunos perduraban en la lucha.
¿Pero por qué no se declaró la independencia en 1810? Principalmente porque no era lo más conveniente. La Revolución fue sangrienta, por las armas; pero la política no estuvo ausente. Hay que tener en cuenta que por esos tiempos los rebeldes eran fusilados, la “traición” se pagaba con la vida. Por eso tal vez la fuerza de las armas tuvo un freno en la prudencia de la política y se instauró “La máscara de Fernando VII” con la única finalidad de ganar tiempo.
La Revolución fue un desencadenante natural, como dijo Saavedra, “la breva cayo cuando estaba madura y porque estaba madura.”
El propio Virrey depuesto, Don Baltazar Hidalgo de Cisneros informaba a la península que “El objeto (de la revolución) es la absoluta independencia de estas Américas”.
La “Máscara de Fernando VII” era un mero discurso, en los hechos estábamos en plena guerra contra España y contra su Rey. Las circunstancias desfavorables impedían declarar la independencia, lo que llevó a Bernardo de Monteagudo a afirmar: “Sigamos con la Máscara de Fernando VII, dicen algunos, las circunstancias no permiten otra cosa, OH circunstancias! Cuándo dejaréis de ser el pretexto de tantos males”
La Independencia era un hecho!
Más allá de la formalidad o no, la declaración fue muy importante, primero por la declaración en sí misma, y segundo porque fue concretada en las peores circunstancias, nunca se habían tenido tantos problemas militares y políticos.
Buenos Aires y las provincias estaban rodeadas por los ejércitos españoles; Chile había sido recuperado por los realistas; en el Norte Belgrano se había tenido que retirar hasta Tucumán; en Montevideo se sufría la invasión brasileña y la lucha contra Artigas y las provincias litorales; luego se suma el problema interno con López en Santa fe.
Las provincias del litoral exigían la federación, olvidando que el enemigo en común (España) estaba lejos de ser derrotado, Artigas exigía la intervención en la Banda Oriental a la vez que denostaba y desafiaba al gobierno en Bs As. Ni siquiera una misiva del propio San Martín logró hacerlo cambiar de opinión.
Todo el territorio de América del Sur había sido recuperado por España, Buenos Aires y las provincias unidas eran las únicas que resistían.
En ese momento, reitero el peor desde mayo de 1810, en el Congreso de Tucumán y cual si fuera un grito de guerra se declara la Independencia de las Provincias Unidas del Sur.
También el Congreso eligió al Diputado por San Luis, Juan Martín de Pueyrredón, como Director Supremo. La guerra sin cuartel estaba más declarada que nunca, se caía la mascara de Fernando VII.
Asumido Pueyrredón se dispuso implementar el plan de San Martín, quien proponía tomar por asalto Chile para luego a través del pacifico dirigirse a Perú donde atacaría a los realistas por la retaguardia. San Martín tenía la certeza de que sería imposible vencerlos por el norte salteño. Varios idas y vueltas, triunfos y derrotas le daban la razón. Güemes y sus gauchos los contendrían en la frontera y avanzarían al final.
Pero mientras los generales preparaban sus ejércitos y luchaban, alguien se hacía cargo del gobierno y tenía el enorme deber de enviarles armas, dinero, ropa, todo lo que un ejercito necesita.
Frente a esta situación donde se carecía de casi todo, y lo que había escaseaba, San Martín diría “ánimo que para los hombres de coraje se han hecho las empresas.”
Pese a todo, Pueyrredón estuvo a la altura de lo que la historia le requería, fue tan importante en la obra como el propio San Martín, pero no salió tan bien parado como es de esperarse, ningún político termina su mandato con mejores pergaminos de los que tuvo al comenzar su carrera.
El nuevo Director, hizo lo imposible por proveerle a San Martín todo lo que solicitaba; también ayudó como pudo a Güemes en Salta, que tuvo nada menos que el trabajo de impedir el avance realista prácticamente en soledad durante más de 4 años.
Fue Pueyrredón un héroe de la independencia, que luchó con las armas en la mano durante las invasiones inglesas, y con la política y las luchas internas durante las batallas decisivas de San Martín. Fue el hombre y sus circunstancias y es el mejor ejemplo de que basta un sólo hombre para cambiarlas, que los hombres dirigen las ocasiones siempre que se sobrepongan a sus aspectos negativos.
Carta a San Martín, en septiembre de 1816:
“…Van los doscientos sables de repuesto que me pidió.
Van doscientas tiendas de campaña o pabellones, y no hay más.
Va el mundo. Va el demonio. Va la carne.
Y no sé yo cómo me irá con las trampas en que quedo para pagarlo todo, a bien que en quebrando, cancelo cuentas con todos y me voy yo también para que Vd. me dé algo del charqui que le mando y no me vuelva a pedir más, si no quiere recibir la noticia de que he amanecido ahorcado en un tirante de la fortaleza.
Adiós, memorias a esas damas. Siempre será Usted íntimo.
Juan Martín de Pueyrredón.”
*Concejal partido de 9 de Julio
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