Crece exponencialmente la presión de las gramíneas
Un recorrido por los principales desafíos que presentan los biotipos resistentes y las claves para un efectivo control.
Según la WorldWideScience.org, en el mundo hay más de 500 biotipos resistentes a herbicidas en 270 especies de malezas diferentes. Se dividen, en mitades, en monocotiledóneas y dicotiledóneas. A su vez, de un total de 31 sitios de acción que existen actualmente en los herbicidas, 21 ya son tolerados por diferentes malezas. “El problema es generalizado a nivel mundial y nos vamos quedando cada vez con menos herramientas”, enfatiza Pablo Angeletti, gerente de herbicidas de UPL Argentina.
Según la Red de Manejo de Plagas (REM) de Aapresid, en el país hay 45 biotipos resistentes en un total de 26 especies, también divididos por mitades entre monocotiledóneas y dicotiledóneas. Es decir: 22 o 23 biotipos son gramíneas. Para Angeletti, lo más complicado son las resistencias múltiples, a dos o más sitios de acción, que se están volviendo cada vez más comunes.
¿Cuáles son las principales malezas problemas de Argentina?
“Vemos que las gramíneas están creciendo muchísimo en presión y superficie afectada”, remarca. Especies como Eleusine, que era propia del norte de Buenos Aires y sur de Santa Fe, hoy ya causan problemas en Brasil, Paraguay y Uruguay. En conjunto con ésta, aparecen Echinocloa y Digitaria como las 3 gramíneas más problemáticas. No nos podemos olvidar de Lolium, que se está volviendo un grave problema en cereales de invierno y en barbechos de Argentina.
Por otra parte, Amaranthus -Yuyo colorado- y Conyza -Rama negra- tienen presencia desde hace mucho tiempo y afectan a más de 25 millones de hectáreas impactando en la productividad de los cultivos. Las crucíferas también están creciendo mucho -sobre todo Hirschfeldia y Brassica-. A su tradicional presencia en la zona sur de Buenos Aires, ahora se suma el norte de esa provincia, sur de Santa Fe, Entre Ríos y Córdoba.
Otras tienen presencia más zonal pero no por eso dejan de ser un dolor de cabeza para el productor: Gomphrena y Borreria en el centro y norte del país, junto a Sorgo de Alepo. Bidens, que tiene mucha importancia en Paraguay, Bolivia y Brasil, está bajando por el norte y ya llegó a Córdoba. “Se trata de una maleza regional y es una de las novedades que existen hoy en dicotiledóneas tolerantes”, detalla el ejecutivo de UPL.
Claves para el manejo
“Los herbicidas son sólo una herramienta más que tiene el productor”, dice Angeletti. Y aclara que el manejo integrado debe complementar labores culturales (cultivos de cobertura y rotaciones) con labores de control químico (rotación de sitios de acción, apilamientos, uso de herbicidas residuales y luego de contacto). Esto no sólo permite un manejo más eficiente y sustentable, sino también hace que los herbicidas sean eficaces por una mayor cantidad de años.
Para el especialista, a la hora de pensar en la aplicación de un herbicida residual hay que definir bien el objetivo que se quiere controlar. “Hay que considerar las condiciones climáticas -humedad relativa, temperatura del aire, viento, etc.-; elegir la pastilla indicada de acuerdo a las condiciones; definir el target al que se apunta y el tipo de herbicida que se irá a aplicar”, precisa.
También hay que tener en cuenta las características intrínsecas del producto, entre ellas la fotoestabilidad del herbicida. Es decir: cómo se va a comportar frente a la luz solar en los sucesivos días en caso de que no ocurra una lluvia. “Es importante que el herbicida sea fotoestable con el fin de estar activo a la hora de incorporarse luego de una lluvia”, explica.
Otra clave es la solubilidad que tiene el herbicida, cuántos gramos de ingrediente activo se solubilizan por litro de agua. “Esto es fundamental porque nos da el milimetraje necesario para que se termine incorporando y llegue a los 2 o 3 centímetros del suelo donde está la semilla”, remarca.
Finalmente, hay que considerar cuánta afinidad tiene el herbicida por la materia orgánica o rastrojo. “Cuanta mayor afinidad, mayor dificultad para penetrar la barrera del rastrojo y llegar a la semilla. Para estos casos, DINAMIC (Amicarbazone) es un producto de UPL muy soluble, que con 8 o 10 milímetros de lluvia puede incorporarse y no quedar retenido en el rastrojo. Por lo cual es un herbicida que tiene muy buena performance para aplicarse en lotes con problemas de Amaranthus y Conyza en donde la cobertura del rastrojo es muy alta”, detalla para destacar el aporte que el herbicida tiene aplicado en siembra o preemergencia de maíz.
Dentro de la paleta de herbicidas residuales de UPL, SHUTDOWN (Sulfentrazone) y STRIM UPL (S-Metolachlor EC) son dos productos que han demostrado un gran desempeño en tándem por sus principios complementarios. “Cuando unimos los dos productos ampliamos el espectro; con SHUTDOWN tenemos control de dicotiledóneas, principalmente Amaranthus, y con STRIM UPL se amplía el control sobre todo en gramíneas. La unión de estos productos resulta un buen complemento para las principales malezas que tenemos hoy en el cultivo de soja”, remarca.
Además, UPL ofrece productos más específicos, dependiendo la problemática, como UP STAGE® (Clomazone), otra opción que está entrando en el mercado de soja con buenos controles en gramíneas -principalmente Capín (Echinochloa) y Digitaria-. A su vez, TRIPZIN es otro herbicida que completa la paleta -mezcla de Metribuzin y Pendimetalin- que está apuntado tanto a gramíneas como a malezas de hoja ancha, y se ha convertido en una alternativa para rotar los sitios de acción más usados en el mercado. Por último, vale destacar la existencia de LIFELINE, el glufosinato de amonio de UPL, el único herbicida registrado para el uso en sojas Enlist®.
A la hora de hacer algunas recomendaciones generales, Angeletti remarca que es importante no sólo conocer qué malezas hay en el lote, sino también qué herbicidas se usan. Para eso es clave llevar una trazabilidad de los fitosanitarios para tener una idea de qué población tolerante se puede encontrar en la campaña.
fuente:UPL
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