Los forrajes y las pasturas en los ciclos de menores y más variables lluvias en la región pampeana

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La última década y media del siglo pasado se caracterizó por lluvias superiores a la media de esa centuria en la ecorregión pampeana. Desde el comienzo del siglo XXI estas empezaron a declinar, y según los pronósticos a largo plazo se inició un periodo de menores precipitaciones. Esto dentro de un marco de un cambio climático que indica mayores fluctuaciones atmosféricas, con aumento progresivo de las temperaturas. La generación de alimentos para el ganado vacuno, y en particular los forrajes y las pasturas, deben adecuarse a dicha realidad y el desafío es producir en forma más eficiente con las condiciones hídricas y nutricionales que se dispongan. Por ello, es importante analizar las características del espectro o banco genético disponible y/o a obtener, como así las decisiones de manejo adecuadas para convertir los recursos alimenticios en una mayor y mejor producción animal.

Para el próximo par de décadas se pronostica un periodo de transición entre un ciclo húmedo y uno seco, para luego pasar a uno más deficitario. Las lluvias serán menores y más estacionales, por ello la producción de las pasturas perennes (PP) será como promedio con curvas de crecimiento más marcadas, con alta acumulación de pasto en primavera y otoño y menores en invierno y verano. También se espera mayor variabilidad entre años. Frente a este escenario se analizan las respuestas de las PP y los cultivos anuales (CA) por separado y las principales tecnologías disponibles para atenuar dicho comportamiento.

Las variaciones interanuales en la acumulación de forraje, desvío estándar de la media, dan una idea de la respuesta de las especies perennes y anuales en relación al «efecto año». En ellos se visualiza que las forrajeras con mayor desarrollo radicular, con más antigüedad y las PP polifíticas tienen menor variabilidad entre ciclos.

Los CA son más dependientes de la humedad superficial del ambiente edáfico para crecer que las perennes, sin embargo pueden llegar a aprovechar mejor los momentos de precipitaciones estacionales, tanto de otoño como de primavera para el crecimiento inicial. Este aspecto de la humedad al momento de la siembra siempre es importante, aún en períodos lluviosos, pero lo es más, frente a este contexto que se espera hacia el futuro. Por ello se deberá recurrir a verdeos de invierno y verano, seleccionando aquellos que mejor se comporten frente a la falta de agua. El raigrás anual, que creció en demanda de semilla como en superficie sembrada en el período húmedo anterior, está menos adaptado a la sequía que la avena y esta menos que el triticale o el centeno. En los sistemas de intercultivo entre dos de verano (soja-soja o soja-maíz) la limitante es la fecha tardía de siembra, ya que en periodos secos el déficit se acentúa a medida que se avanza en el invierno. La siembra más temprana que nos permite implantar la avena amarilla, después de un cultivo de verano para ensilar y de un lapso de tiempo muy corto, permitirá aprovechar las precipitaciones de otoño que en forma normal ocurren, aún en períodos secos. El riego es otra de las alternativas como lo muestran las variaciones en el potencial del raigrás anual en otoño-invierno utilizando 100 mm de riego que permiten pasar de 6,3 a 8,1 t MS.ha-1 entre mayo y septiembre en años normales, en los dos casos con altas dosis de fertilizante nitrogenado.

Entre los verdeos de verano, el sorgo tanto para silaje como para pasto de uso directo y el mijo anual para heno, son forrajeras muy adaptadas a suelos de menor capacidad de retención de humedad, en cambio el maíz y la moha son más sensibles a la falta de agua. La moha y el mijo anual son cultivos de verano de ciclo muy corto, permiten frente a la coyuntura de escasez de pasto y una lluvia puntual entre octubre y enero alcanzar más rápido su potencial, aunque con menor acumulación de forraje que con los sorgos.

Las especies perennes deben ser analizadas desde la adaptación a los diferentes ambientes edáficos. Para los agrícolas la alfalfa es la forrajera que tiene la mejor adaptación a la carencia hídrica, aunque esto se expresa una vez ya establecida, no inmediato a la implantación. Es muy ineficiente en el uso del agua, pero tiene una alta capacidad de extraerla de la profundidad y responde muy bien al riego suplementario. En un lapso de doce meses, julio-junio, con lluvias de 737,3 mm el riego permitió pasar de 19,3 a 22,7 t MS.ha-1 y de 18,3 a 22,9 t MS.ha-1 en un cultivo de alfalfa pura grupos de latencia 8-9 y 6-7 en ese orden, de 2º año de utilización en los dos casos y con un ciclo de 753,6 mm de 13,7 a 17,6 tMS.ha-1 y de 14,6 a 16,9 t MS.ha-1 en un cultivo de 3º año. Los tréboles rojo y blanco tienen mucho menor desarrollo radicular y el t. blanco es variable en su presencia en función de la humedad del entorno edáfico. Estas dos últimas leguminosas no son adecuadas ante la posibilidad de un escenario de bajas precipitaciones. La siembra directa captura y conserva mejor el agua en el suelo que con laboreo. Sin embargo, la alfalfa que para tolerar la sequía se basa en el desarrollo de un profundo sistema radicular, más allá de los tres metros, cambia su morfología tanto de la parte aérea como subterránea en función de la compactación del perfil, en particular cuando hay horizontes que hacen de impedimento para el crecimiento de raíces.

Las gramíneas perennes varían en el desarrollo en profundidad de sus raíces. El orden es raigrás perenne menos que pasto ovillo y este menos que festuca alta. Sin embargo, ninguna de ellas son de adecuado comportamiento frente a las sequías intensas sobre todo de verano, aunque algunas de ellas utilizan mejor el agua, como el pasto ovillo. El festulolium es poco adaptado a un tiempo de seca de larga duración. Frente al déficit hídrico de verano el falaris bulbosa y algunos cultivares con dormancia estival de festuca alta toman como estrategia lo que se denomina: “latencia condicionada por el ambiente” para sobrevivir en veranos calientes y secos. Las PP integradas por gramíneas poco persistentes en verano terminan siendo reemplazadas por malezas anuales tanto gramíneas (ejemplo: digitaria) como latifoliadas (ejemplo: rama negra).

Los suelos menos aptos para generar forraje en condiciones secas son aquellos de media loma, erosionados, con poca profundidad y bajo contenido de materia orgánica. En ellos la estrategia es la implantación de CA como sorgos y mohas. Por el contrario, si son bajos no salinos y no sódicos los pastizales naturales y las PP base festuca alta de tipo norte de Europa «rústica» son más adaptados. Es posible que en esas situaciones se deba privilegiar la cantidad y la persistencia por sobre la calidad. El manejo del pastoreo, sobre todo en verano por la temperatura que se alcanza a nivel de la superficie, es clave para la persistencia, por lo que usos moderados en cuanto ala intensidad de la defoliación son los aconsejados.

En estos suelos de calidad intermedia son importantes las leguminosas como lotus corniculado y/o tenuis, aunque su comportamiento a las sequía no sea el mejor y otra alternativa es manejar con mucha atención la fertilización nitrogenada, teniendo en cuenta que la aplicación de nitrógeno con un tiempo de seca de larga duración puede ser contraproducente. La respuesta es en otoño aunque es de menor magnitud que en primavera.

Los bajos salino-alcalinos son muy sensibles al déficit hídrico. Tanto de verano como de invierno, sobre todo si no tienen cobertura vegetal, por sobrepastoreo. El agropiro alargado tiene un muy adecuado comportamiento frente a la sequía, pero se debe ser muy cuidadoso en el manejo de la defoliación. Aunque es de uso decreciente en zonas húmedas de Argentina el trébol de olor o melilotus de flor blanca es muy apto para asociarse al agropiro en las situaciones indicadas. El lotus tenuis tiene una menor adaptación al déficits hídrico que el melilotus.

La principal herramienta que se tiene para las condiciones que se prevén hacia el futuro, es decir de fluctuaciones marcadas de la disponibilidad de pasto dentro y entre periodos, son los forrajes conservados. Con ellos se atenúan los baches de crecimiento de las pasturas y transferimos un recurso de calidad de una estación a otra e incluso de un año al siguiente, haciendo más predecible la producción animal bajo pastoreo.

Por Ing. Agr. Oscar Bertin / Biscayart

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