Un ex INTA advierte sobre el peligro que acarreara ajustar en el INTA: más que retirar jóvenes, el bisturí debe ser en su dimensionada estructura, compleja y burocrática.
EL Ing. Agr. Héctor Carta fue desde su inicios como agrónomo, un profesional que ingresó al INTA en 1983, sus funciones lo llevaron a ser jefe de las AER Trelew, AER Gral. Pico, Coordinador de Extensión de la EEA Pergamino, técnico en producción de forrajes en la AER 9 de Julio y Director de la EEA Gral Villegas, y se jubiló en el año 2022, como Coordinador de INTA Territorio Agrícola Ganadero para 9 de Julio, Bragado, 25 de Mayo, Carlos Casares y Bolívar.
Con una fuerte preocupación, Carta se ha manifestado sobre las acciones que se están tomando desde las altas esferas del INTA en cuanto a los ajustes generándose retiros voluntarios, a lo que se suma la falta de presupuestos.
En ese sentido, Héctor Carta hizo conocer su preocupación en una nota enviada a El Regional Digital, titulada: Reflexiones sobre el ajuste en el INTA
El INTA ha ingresado en un nuevo proceso de reducción de su personal de planta. El anterior, realizado en el gobierno de Menem, fue traumático ya que dejó faltante una generación de profesionales en el Instituto.
Es un tema delicado ya que INTA es un organismo científico-técnico donde el capital humano es fundamental. Es obvio que se deben preservar los recursos humanos capacitados, debido a que son el motor de la creación y transferencia de la tecnología que la institución genera. Por ello, previo a desafectar agentes, se debe hacer un análisis racional de quienes se adhieren al retiro voluntario.
Parecería que el sistema favorece el retiro de gente joven y, sobre todo, del interior del país, lo cual es un problema. La pérdida de una persona jóven capacitada es una pérdida invalorable.
Cuesta mucho dinero y tiempo formar a una persona en el área técnica- científica.
Por tal motivo, considero que el foco del ajuste del INTA no debe centrarse en cuestionar el tamaño de su planta de personal que, de por sí, se corresponde en buena medida con la cobertura territorial que el Instituto despliega a lo largo y ancho del país, sino que el bisturí debe aplicarse sobre su densa y sobredimensionada estructura que, además de compleja, es burocrática.
Al respecto, con los gobiernos kirchneristas el INTA sufrió un proceso inflacionario de estructuras burocráticas y personal en desmedro de los equipos que trabajan en investigación y extensión hacia la comunidad agropecuaria.
La sede central y otras dependencias del INTA en CABA han visto crecer su personal, probablemente ligado a cuestiones políticas partidarias, como es histórico en el manejo del Estado por parte del peronismo. Se han creado dependencias en lugares insólitos, como Avellaneda y otras localidades del conurbano, que no se entiende que finalidad cumplen.
Ese crecimiento deforme llevó a que gran parte de los recursos se destinaran a gastos de personal, disminuyendo sustancialmente el financiamiento de las actividades sustantivas del Instituto y discontinuando inversiones esenciales en equipamiento, infraestructura, parque automotor, etc.
Por ello, el INTA debería entrar en un proceso de eliminación de estructuras, como por ejemplo, los Centros Regionales. Creados a mediados de los años ochenta, con un país muy distinto al actual, hoy aportan muy poco o nada a la Institución. Sólo sacan personal y recursos, que deberían estar destinados para trabajar sobre los problemas del sector y hoy están dedicados a cuestiones burocráticas.
Hay centros regionales en plena pampa húmeda, que se parecen a “mini” experimentales por la cantidad de gente que tienen en su staff.
En la actualidad eso no tiene justificativo. La unidad fundamental que el INTA debe priorizar son las Estaciones Experimentales, sus agencias de extensión rural y los Centros de Investigación y Desarrollo que, en conjunto con los Proyectos y Programas, deben trabajar para aportar soluciones al sector.
Un INTA moderno debería ser bien federal, con una estructura central administrativa en CABA mínima y el personal distribuido en el interior del país, aportando al sector agropecuario.
Es mi deseo que las autoridades actuales logren repetir ese proceso virtuoso que se dio cuando ingresé a INTA hace más de 40 años, donde los directivos lograban (vaya a saber uno cómo lo hacían) que el personal se ponía para siempre la camiseta del INTA.
La grandeza de una Institución se da cuando su personal es idóneo, con un gran compromiso con ella y con la gente, a la cual se debe.
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