La avicultura argentina mide su impacto ambiental

Se trata de un informe final del Análisis del Ciclo de Vida realizado junto al INTI.

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En un contexto de creciente demanda global por productos alimenticios con menor huella ambiental, el Centro de Empresas Procesadoras Avícolas (CEPA) presentó su primer Informe Ambiental de Ciclo de Vida de la Carne de Pollo, realizado con el respaldo técnico del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI).

El estudio, que toma como referencia la normativa internacional ISO 14040 y 14044, representa un hito para la industria avícola nacional: por primera vez se documentan de forma sistemática los impactos ambientales del sistema productivo argentino del pollo, desde la producción del grano hasta el consumo final.

«El consumidor de hoy no sólo quiere saber qué come, sino cómo fue producido. Y en ese sentido, ofrecer información objetiva y validada sobre el impacto ambiental de nuestros productos se convierte en una ventaja competitiva», afirman desde CEPA. La iniciativa responde tanto a los nuevos estándares de los mercados internacionales como a la creciente presión social por sistemas productivos más sustentables.

De la granja al plato: un análisis integral

El estudio abarca todas las etapas de la cadena avícola: desde la producción de granos, elaboración de piensos, crianza de reproductores, incubación, engorde, faena y distribución, hasta la cocción en el hogar y la disposición final de residuos. Bajo el enfoque metodológico «de la cuna a la tumba», se calcularon impactos en distintas categorías ambientales, incluyendo huella de carbono, uso de agua, emisiones de partículas, formación de ozono, eutrofización y acidificación, entre otras.

La unidad funcional del estudio fue definida como «1 kilogramo de carne de pollo faenado y envasado con menudos», incluyendo el producto destinado al mercado interno y las exportaciones. El alcance territorial del análisis es representativo del 65% de la producción nacional, con datos relevados en 23 plantas de faena integradas en cinco provincias, abarcando 135 granjas de padres, 28 plantas de incubación y 1.987 granjas de engorde.

Ingresa: Mira el Informe Analisis del Ciclo de Vida Final 2025 de CEPA

Resultados y oportunidades de mejora

Uno de los hallazgos centrales del informe es la alta incidencia de la producción de alimento balanceado en las emisiones totales del sistema. En particular, la fabricación de piensos y el uso de insumos agrícolas (fertilizantes, combustibles y transporte de granos) resultan ser los principales «hotspots» o puntos críticos. A su vez, se detectó que el sistema tradicional de producción -aún predominante- presenta mayores impactos que el sistema black-out, más moderno y eficiente, utilizado por un 18% de las granjas.

En cuanto a los impactos de mayor peso, se destacan el potencial de calentamiento global, que representa la mayor contribución ambiental por el uso de energía fósil y emisiones de metano y óxido nitroso; y el uso del agua, analizado mediante la metodología AWARE, que evalúa la disponibilidad hídrica relativa en cada región.

Por otra parte, el sistema de faena y envasado también mostró puntos relevantes en consumo energético y generación de residuos, al igual que la etapa de distribución, debido a las grandes distancias hacia centros urbanos y mercados internacionales. El estudio estima un promedio de 250 km recorridos para el abastecimiento interno y la incorporación de rutas marítimas y terrestres para exportaciones a destinos como China, Sudáfrica, Emiratos Árabes Unidos y la Unión Europea.

Una herramienta para la mejora continua

El informe no solo ofrece una radiografía ambiental precisa del sector, sino que permite identificar oportunidades de mejora para aumentar la eficiencia y reducir los impactos. «Conocer dónde están nuestros mayores consumos y emisiones es el primer paso para poder actuar. Este estudio sienta las bases para trabajar en una gestión ambiental estratégica del negocio avícola«, destacan desde CEPA.

Entre los beneficios concretos del LCA (Life Cycle Assessment), se encuentran la posibilidad de:

Comunicar al consumidor final y a los compradores institucionales el perfil ambiental del producto.

Optimizar insumos y recursos para reducir costos.

Revalorizar subproductos (como harina de carne, vísceras, sangre y plumas).

Cumplir con estándares internacionales que exigen transparencia ambiental.

Acceder a certificaciones como las Declaraciones Ambientales de Producto (EPD), cada vez más requeridas en los mercados de exportación.

El trabajo se realizó en base a reglas de categoría internacional publicadas por EPD International AB, bajo el protocolo específico para carne aviar. Además, se utilizaron bases de datos especializadas como Agri-footprint y Ecoinvent, así como herramientas de simulación ambiental como SimaPro y CROPWAT.

Un compromiso que se renueva cada año

El informe de CEPA establece además el compromiso de actualizar anualmente el inventario ambiental, permitiendo incorporar cambios tecnológicos, nuevos datos productivos y ajustes regulatorios. De esta manera, las empresas asociadas podrán realizar una mejora continua en sus procesos, manteniendo actualizada su trazabilidad ambiental.

En un contexto donde la sostenibilidad es cada vez más un requisito de mercado, el sector avícola argentino da un paso firme hacia adelante. Con datos medidos, validados y comunicados, CEPA apuesta a consolidar su posición como proveedor confiable, transparente y ambientalmente responsable de proteína animal.

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