El frente olvidado de la guerra en Ucrania y el rol que juega una empresa argentina
En los últimos meses cobraron protagonismo dos actores diferentes de los bandos en conflicto: los satélites y el sector privado
Con esta tecnología los soviéticos no podrían haber ocultado en 1986 la magnitud del desastre de Chernobyl. Hoy, gracias a los satélites y los nanosatélites (que pueden tener el tamaño de una caja de zapatos y pesar apenas un kilo), el mundo confirmó rápidamente las masacres perpetradas por Rusia en Bucha y Mariúpol, con las imágenes de gigantescas fosas comunes. Y en los primeros días de la guerra los satélites mostraron con nitidez el convoy ruso de 60 kilómetros varado en las afueras de Kiev.
Además, en Ucrania comenzó a tener un rol preponderante un nuevo jugador independiente de los Estados: el sector privado. Actualmente hay unos 3500 satélites activos que están dando vuelta a la Tierra, y casi la mitad pertenece a Starlink, una de las empresas de Elon Musk. Pocos horas antes de la invasión de Ucrania en febrero pasado, Rusia lanzó un ataque cibernético que destruyó las comunicaciones satelitales del país, y el multimillonario sudafricano decidió actuar por su cuenta poniendo toda su red Starlink al servicio del gobierno y población ucraniana. Esta constelación de satélites está conectada a miles de pequeñas antenas distribuidas en las zonas de combate, lo que permite mantener una conexión a internet incluso cuando las instalaciones terrestres (cables y torres) se ven afectadas.
“En el pasado, únicamente había satélites estatales en el espacio y los gobiernos tomaban decisiones de acuerdo con sus intereses. Ahora, las empresas privadas de satélites ponen su servicio a disposición del público, y brindan a los medios de comunicación imágenes e información clave, recopilada por sus propios medios”, comentó a LA NACION el francés Arthur Sauzay, experto en políticas espaciales del think tank Institut Montaigne, de París.
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