Cómo proteger el bienestar de los animales en zonas afectadas por inundaciones

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Las recientes precipitaciones dejaron atrás la sequía en las zonas productivas pero causaron estragos en las zonas linderas a los ríos debido a crecidas en sus caudales. Una de ellas, las costas del Paraná, donde la actividad ganadera se vio afectada, teniendo que forzar a los productores a realizar masivos movimientos de hacienda.

El Instituto de Estudios Económicos y Negociaciones Internacionales (IEEyNI) de la Sociedad Rural Argentina estima que pueden verse afectadas poco más de 5 millones de cabezas, en las provincias de Entre Ríos, Corrientes, Misiones, Chaco, Buenos Aires y Santa Fe.

El mayor impacto se vería en la costa este del río, ya que en las provincias litorales están en peligro entre un 30% y 37% de su stock provincial. Por el lado de la costa oeste, la más afectada es Santa Fe, con 6 departamentos aledaños al río y un 15% de su stock en alerta.

El Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) brinda recomendaciones para resguardar el bienestar de los animales de zonas afectadas por las altas precipitaciones registradas en algunas provincias del norte argentino.

Durante una inundación, el bienestar animal se ve comprometido de varias formas. Los animales afectados se enfrentan a situaciones de estrés severo y en muchos casos deben nadar o caminar largas distancias para acceder a zonas seguras. La alimentación del rodeo es un factor crítico, ya que durante esta travesía consumirán mucha energía. Por ello, es importante que en la medida de lo posible en situaciones donde no se dispone de pasturas, se provea heno en cantidad suficiente teniendo en cuenta que el ganado en general consume entre el 2,5 al 3% de su peso vivo, indicó el Programa de Bienestar Animal de la Dirección Nacional de Sanidad Animal del Senasa.

Asimismo, recuerda que si el alimento disponible es de calidad inferior, se debería agregar algún concentrado proteico que le permita proveer al rumen de nitrógeno suficiente para fomentar el consumo del heno de mala calidad. Los concentrados energéticos y de baja fibra deben ser evitados como única fuente de alimento, ya que pueden ocasionar trastornos digestivos y deteriorar la salud del animal.

En cualquier escenario, se deben evitar: los cambios abruptos en la dieta, agrupar a los animales en áreas donde hay una alta presencia de malezas toxicas y alimentar con granos y henos contaminados con sustancias químicas. La presencia de zonas anegadas, barro acumulado y charcos, provocan cambios ambientales en los corrales y en las salas de ordeño. La humedad favorece las infecciones mamarias, trastornos podales (pietín), problemas respiratorios (neumonía) y otras enfermedades infecciosas (leptospirosis), especialmente en las categorías jóvenes. Por tanto, el sistema inmune de las vacas se deprime, aumenta el estrés y proliferan microorganismos. Por ello, es fundamental trasladar a los animales a zonas altas y secas temporalmente.

Es importante mantener al día el calendario de vacunación, eliminar apropiadamente los restos de animales muertos, controlar la población de moscas y mosquitos y evitar el hacinamiento.

Brindar atención de primeros auxilios a los animales heridos y, en caso de ser necesario, solicitar atención veterinaria a un profesional.

En caso de ser necesario el sacrificio de emergencia, debe realizarse por una persona idónea y evitar el sufrimiento físico y mental del animal durante el proceso.

A medida que las aguas se retiren, es fundamental adoptar medidas que minimicen los problemas vinculados a la salud animal. La producción de pastos -pastizales y pasturas-, después de un periodo de inundación, se ve afectada negativamente entre un 25 y un 30%.

Revisar la zona afectada previo a regresar los animales a la misma para identificar elementos peligrosos como: objetos punzantes, derrame de productos químicos, agua o alimentos contaminados, cadáveres de otros animales, líneas eléctricas caídas, entre otros peligros, y tomar las acciones correspondientes para eliminar su peligrosidad.

En caso de haber animales muertos, realizar la disposición de cadáveres considerando las condiciones de bioseguridad y medioambientales correspondientes según la autoridad competente.

Revisar el predio y observar si han ocurrido cambios físicos que requieran la adopción de medidas como cambio de ubicación de corrales, pozos de agua, bebederos, galpones, etc.

Proveer agua y alimento libres de contaminación.

Una vez regresados los animales a sus lugares, revisar su estado general de manera periódica y con precaución, ya que su comportamiento puede variar debido al estrés asociado a la emergencia o desastre. Es recomendable el chequeo por parte de un médico veterinario si se observan lesiones o signos de enfermedad.

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