Ariel Tapia se consagro campeon del Abierto Argentino de Pato
(Diario La Nación)El deporte está lleno de historias, alegres o tristes, con héroes inesperados. Federico Delbonis le dio a la Argentina su primera Copa Davis. Mario Götze privó a Lionel Messi de alzar la Copa del Mundo. En la final del 76º Argentino Abierto de pato, Sergio Pedretti se sumó a esa lista.
«Es un animal. Checho siempre está», comentó Facundo Taberna. «Abajo del arco es muy frío; es su gran virtud. Por eso se la dimos», agregó su compañero Ariel Tapia. Checho Pedretti llegó a la cancha 2 de Palermo como espectador y debió reemplazar a Sergio Alberti en el primer periodo. Cuando el partido llegaba a su definición y el pato quemaba, Pedretti anotó los últimos dos goles de su equipo para la victoria de Las Heras-Los Baguales sobre El Relincho por 17-15.
«El pato es mi vida. Emociona porque, con 46 años, es todo un sacrificio», explicó Pedretti al borde de las lágrimas. Todavía no asimilaba que había sido la figura de una final que lo tenía entre el público. Era uno de los tantos pateros que habían ido con la expectativa de ver por primera vez en la historia en un partido oficial a un conjunto de la máxima valoración. «Quería disfrutar al equipo de 40 goles. Todos me decían que me preparara, pero yo quería que siguiera Pipi», contó.
El 22 de diciembre de 1979 Barrancas del Salado se enfrentó en un amistoso con un combinado de la Federación Argentina de Pato por el trofeo Jornadas Hípicas Internacionales Argentina 79. Ésa fue la única vez en que un cuarteto tuvo la ventaja ideal y por eso ayer la expectativa era alta. Los hermanos Nicolás y Facundo Taberna, de Los Mochitos, se juntaron con Ariel Tapia y Sergio Alberti, de Los Baguales, para formar Las Heras-Los Baguales. Entre ambos, se habían repartido cuatro de los últimos cinco títulos de campeón del Argentino Abierto.
Dos minutos y treinta y tres segundos duró. El público todavía no había terminado de acomodarse cuando Sergio Alberti quiso recoger del césped el pato y chocó de lleno con la yegua de Nicolás Taberna. Alberti perdió el conocimiento y, si bien se lo esperó durante media hora, finalmente fue reemplazado por Pedretti, de 8 tantos. «Estoy contento por Checho porque jugué toda la vida con él. Quedó afuera ahora, cuando armamos el equipo de 40. Fue un bajón perder a Pipi tan rápido. Nos preparamos durante tres meses, teníamos tanta gente apoyándonos… Tener tanta mala suerte es feo. Por suerte nos acomodamos», expuso Facundo Taberna.
Lo cierto es que en el año en que el Congreso declaró deporte nacional al pato, la final no podía ser insípida. A la lesión de Alberti se sumaron otras caídas (sobre todo durante la cinchada, la jugada de diez segundos en que dos jugadores disputan el pato), calambres sobre el final y el amor propio de El Relincho, que parecía vencido y descontó una diferencia de seis tantos para ponerse a uno cuando restaban tres minutos. Pero entonces apareció Pedretti y con su sangre fría cerró el juego. El «olé, olé, olé, olé, Checho, Checho» que empezó en los palenques de Las Heras-Los Baguales se extendió a las tribunas y llegó como merecido reconocimiento a este hombre que empezó el día como espectador y lo finalizó como inesperada figura.
La síntesis de la final
Las Heras-Los Baguales: Nicolás Taberna, 10; Ariel Tapia, 10; Facundo Taberna, 10, y Sergio Alberti, 10. Total: 40.
El Relincho: Andrés Lanfranco, 9; Martín Lemme, 8; Juan Ignacio Lanfranco, 9, y Luciano Lemme, 9. Total: 35.
Incidencias: a los 2m33s del 1er tiempo ingresó Sergio Pedretti (8) por Alberti, lesionado.
Progresión: Las Heras-Los Baguales, 3-1, 7-3, 9-4, 13-7, 15-11 y 17-15.
Goleadores de Las Heras-Los Baguales: N. Taberna, 2; Tapia, 6; F. Taberna, 6, y Pedretti, 3. de El Relincho: A. Lanfranco, 3; M. Lemme, 3; J. I. Lanfranco, 7, y L. Lemme, 2.
Jueces: Darío González y Leandro Gerli. Árbitro: Pedro Trino.
Cancha: Nº 2 de Campo Argentino de Polo.
Premio al mayor goleador de la final: Juan Ignacio Lanfranco.
Premio al mejor jugador: Andrés Lanfranco.
Premio a la caballerosidad: Ariel Tapia.
Premio al mejor ejemplar: El Cobre, de Facundo Taberna.El suplente perfecto para el equipo que ya era perfecto
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