Cuando un amigo se va
La vida me pialó por dos lados. Por el presente, con la repentina salida de esta vida de Ernesto Rodríguez anoche, uno de los hijos deporteanos que más aportaron al afianzamiento ético del oficio. Lloré solo. Y este atardecer desde mi 9 de Julio natal me llega la noticia -que otra cosa entre nosotros que nos bañamos en noticias-, de la salida de las pistas de mi primer maestro periodístico, Julio Guerriere.
Aquel que me recibió en El Orden junto a la linotipo manejada por Lafulla, el que me moldeó las primeras frases y me dio la chance de ver publicada alguna nota, como aquella de José Luis Zabala y sus sueños de Boca Juniors, o la de la abrumadora mayoría del FREJULI sobre la Nueva Fuerza en el ’73. Cada vez que volvía al pueblo, Julio seguía como una brújula. ¿Era? Acaso ahora lo será más con el repiquetear de su nombre y la noticia por los corazones del pueblo del que jamás se fue. Unico.
Sensible hasta la médula. Te vas callado, perfil bajo, necesario, con tus letras tangueras y tus historias tuercas. Por ahí nos toca volver a vernos o junto a una guitarra, un teclado o algún box. Por ahí lo vez a un pibe que como nosotros, desde chico mamó este oficio en el que cabalgamos tantos años. Buena gente. Claro que los hay, Julio, no todo es degradante. Chau, hermano.
Deja un comentario