Vallimanca 40 años después: ¿El mismo riesgo?
Al cumplirse este 19 de noviembre el cuadragésimo aniversario de la tragedia de Vallimanca que se cobró la vida de Juan Carlos Bellomo, es indispensable saber si el hecho puede repetirse. Es decir, que el arroyo desborde y las aguas corran hacia el casco urbano de Bolívar.
Hoy parece improbable aunque se sabe que cuando la naturaleza manda nada es imposible. Cuando las aguas iban a inundar Bolívar inexorablemente por aquellos días de 1985, la decisión política y humana del intendente Alfredo Carretero, junto a su equipo de trabajo, se transformó en una heroica acción in extremis: hizo volar dos tramos de la Ruta 226 (a 15 kilómetros de Bolívar) con referencia en el kilómetro 385, a unos 400 metros del puente.

Pero enseguida se diseñó uno nuevo que es el que transitamos en la actualidad.
Y esa obra tan discutida entonces y hoy, aprobada por la historia, es la garantía virtual de que el agua siempre amenazante se escurrirá por los alrededores de la ciudad, sin afectarla.
Las alcantarillas hechas en el Canal San Jorge en distintas épocas después de la desgracia también aportan a la seguridad en torno al desvío de las aguas. Dos motivos clave por los cuales Bolívar está segura.
La planta urbana de Bolívar no corre riesgos concretos en la actualidad gracias a esas obras impulsadas desde aquellos años.
Ahora, faltan las obras mayores (hidráulicas) propuestas en el Plan Maestro del Salado para que esas aguas no afecten las zonas rurales. Pasarán 15 años lamentablemente.
Aquella decisión política y humana de Carretero recibió un apoyo masivo y popular. La oposición, parte como el intendente de la primera tanda dirigencial de la nueva Democracia no dudó en expresarse y acompañar físicamente los trabajos en el sector crítico. Un acto de amor y una gesta.
El pueblo se volcó a la zona de los cortes y el resto esperó en la ciudad respetuosa y ansiosamente las novedades.
Lamentablemente la más triste de todas llegó cerca del mediodía del 22 de noviembre cuando se confirmó el hallazgo del cuerpo de Juan Carlos Bellomo.

Los desbordes del Vallimanca tienen la misma conducta de hace 40 años aunque el correr de las aguas sea desviado por sendas obras citadas. Pero las autoridades de las distintas instancias deben comprometerse para que haya una solución duradera, definitiva.
Se han producido graves omisiones en la gestión pública que pueden corregirse a tiempo.
¿Hoy? Por caso, la presión que deben ejercer los intendentes de la cuenca del Vallimanca sobre Nación para que ejecute las etapas que restan del Plan Maestro.
Hay que destrabar un presupuesto específico a tal fin. Ese es el único secreto. En el caso local, no dejar de concurrir a las reuniones del Sub Comité que integra Bolívar y que determina los movimientos de las compuertas del Partidor Piñeyro, el mismo que manda las aguas por el Huáscar hacia nuestro arroyo, previa escala en la Laguna de Juancho.
Los hechos acaecidos en 1985 no merecen quedar en el olvido. Demasiado tardó el municipio en oficializar el debido homenaje a Bellomo, el exjefe de Compras de aquel gobierno.
Ahora, es tiempo de no olvidar, pero también de trabajar sin descanso.
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