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Mejor saber las cosas a tiempo
Hablar difícil en ocasiones encanta al interlocutor, que parece sentir disfrute en escuchar una pieza de oratoria que lisa y llanamente no entiende. No pregunta ni se pregunta. No guarda esa catarata de términos poco comunes o utilizados en complejas oraciones que le parecen que carecen de sentido, llenas de vocablos que nunca utilizó pero que se escuchan a menudo de “gente importante”, presuntamente, para investigarlos y comprender de qué se hablaba.
La economía es una de esas cosas. Los técnicos en esa ciencia, economistas ellos, periodistas de fuste “especializados” y políticos, intencionados –bien o mal- en general oscurecen los conceptos más que aclararlos. Su finalidad, con la entonación, los gestos y las palabras grandilocuentes: crear el ambiente propicio para que “su” versión parezca la más valedera.
Ríos de tinta, millones de segundos de aire en radio y televisión, han sido utilizados para “explicar” temas como inflación, deuda externa, déficit fiscal y muchos otros por el estilo sin lograrlo y a propósito.
Coyuntura, globalización, cartelización, monopolios, keynesiano, liberalismo, mercados, default, calificadoras de riesgo, etc. desfilan por nuestros oídos y delante de nuestros ojos sin dejar demasiado de nada, porque el ciudadano común maneja su economía familiar o personal de igual manera que un país, a menor escala, pero persiguiendo el mismo interés –vivir y progresar- sin tantos tecnicismos.
Sin embargo, hay cosas que el/la ciudadano/a común debería procurarse por todos los medios entender para poder tomar las decisiones y previsiones correctas para que su propia economía, chiquita, cotidiana, sea para su prosperidad; y es la de saber y entender qué se proponen sus administradores: el plan de su patrón –para ver si conserva el empleo, le aumentan el sueldo, continúa en su tarea, lo trasladan, promueven, etc.-y el plan de sus gobernantes, en nuestro caso, en los tres niveles: municipal, provincial y nacional; para percibir si él, su familia, su trabajo, su entorno, van por buen camino. Lamentablemente, en la mayoría de los casos, no se tiene idea de ninguno de ellos.
Pero a no deprimirse. Uno puede darse cuenta de estos planes conociendo cómo piensan cada uno de los actores, hay signos evidentes, diarios, que –más allá de las charlas, discursos, informes técnicos, etc.- uno puede descubrir. El secreto es informarse y de la mayor cantidad de fuentes posibles, diversas y mejor si son opuestas entre sí. Los hechos chiquitos de la vida diaria como la compra en supermercado, por ejemplo, confirmarán unas u otras.
Aun así hay algo que premeditadamente no nos cuentan: lo que pasa en la economía de otros países. O nos cuentan una parte. O nos enteramos por Internet los que tenemos la posibilidad y hemos adquirido la habilidad de navegar por ella.
Lo cierto es que si prestamos atención a los números de la economía mundial, esa a la que “tenemos que ingresar porque estamos fuera del mundo”, no anda bien. En el año 2009 los países centrales entraron en crisis y todavía no pudieron salir, y los más débiles de Europa todavía la padecen seriamente, aun aplicando las medidas que recomienda el Fondo Monetario Internacional: liberación de los mercados y ajuste del gasto público.
Un dato que muchos no saben es que en ese año 2009 la cantidad de personas (o grupos económicos) que contaban con una fortuna de más de mil millones de dólares era de 360, hoy es de 80. Estos números indican que sólo esos 80 privilegiados actuales pudieron mejorar y los otros 280 ya no son tan ricos, por otro lado indican una concentración feroz de la riqueza en apenas 6 años. También muestran que las medidas recomendadas no sirvieron para mejorar la vida de muchos, al contrario favorecieron fortalecer las fortunas de unos pocos. Y atando cabos, si la mayoría de los que tenían más de mil millones de dólares ya no llegan a esa cifra, es de imaginar la situación de los asalariados, en paro como se dice en España a los desocupados –donde hay 25% de parados y 51% si se toma sobre la población más joven- o los de pequeñas fortunas que serían aquí nuestra clase media. Es debido a esta situación que muchos españoles y otros europeos están emigrando buscando “oportunidades” en países en desarrollo.
En nuestra Argentina hace algunos años se aplican políticas de fortalecimiento de la industria nacional, desarrollo científico para sustituir importaciones, está en vías de concretarse la red ferroviaria de cargas para bajar los costos operativos y logísticos de transporte. Nos estamos fortaleciendo. Pero todavía somos “emergentes”, como se dice en economía a aquellos que teniendo potencial no lo han desarrollado totalmente ni se autoabastecen, dos factores fundamentales para que “lo de afuera” no nos dañe.
Algunos desde la tribuna que pueden nos empujan a pensar que lo mejor sería entrar de cabeza en ese mundo. Un mundo que tritura y esquilma a los menos poderosos. Un mundo hostil, fatal para los débiles. Un mundo que, como dijo nuestro Papa Francisco, adora al dios dinero. ¿Estamos seguros que es allí dónde queremos ir con tanta urgencia?
Margarita L. López
DNI 14.957.411
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