La lechería suma otro año de retroceso en toda la cadena

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Con un nuevo retroceso de los precios internacionales a alrededor de u$s2.700/2.800 por tonelada (después de los récords de casi u$s6.000 de hace una década), la lechería argentina enfrenta otro fin de año con sus indicadores en franco retroceso.

Es que desde la producción, a la cantidad de tambos, pasando por el número de vacas, todos los datos muestran que una de las actividades más emblemáticas del país, sigue sin poder despegar después de casi una década de estancamiento, y a pesar de que Argentina es uno de los pocos países con condiciones agroecológicas casi óptimas para lograr un crecimiento notable.

De hecho, hay una marcada diferencia entre lo que viene ocurriendo con los principales competidores, incluidos los vecinos, como Uruguay y hasta Brasil, todos en franco aumento.

Así, con la única ventaja de cotizaciones de los granos debilitadas (el principal insumo del tambo es la alimentación), los establecimientos siguieron perdiendo productividad y eficiencia afectados, además, por condiciones climáticas extremas en los últimos 3 ciclos, con inundaciones en las principales cuencas.

Esto, sumado a las condiciones generales de la economía para cualquier empresa, es decir, con altas tasas de interés para los créditos, costos crecientes, presión impositiva en aumento y pesadas cargas laborales, determinaron que este 2017 esté terminando con un volumen total de producción apenas por encima de los 9.000 millones de litros de leche, después de haber estado entre 10.000 y 11.000 millones durante casi 10 años, o sea, casi 2.000 millones menos.

El dato más significativo, sin embargo, pasa por la cantidad de vacas de tambo (Holando) que, de 2,1 millones en 2006 apenas comenzada la crisis del sector, se ubica ahora 18% por debajo, con apenas 1,72 millón. De hecho, este achicamiento, estaría justificando parte del crecimiento de las exportaciones de carne a China, destino al que se le está enviando «vaca», según consigna el portal www.valorsoja.com que señala que «Fuentes de los principales frigoríficos exportadores indican que en el último año se evidenció un crecimiento sustancial de vacas Holando provenientes de cierre de tambos y de limpiezas de rodeos lecheros».

De hecho, solo entre mayo´16 y mayo ´17, la información oficial consigna el cierre de otros 340 establecimientos de este rubro, aunque lamentablemente luego la estadística (como otras varias) también se discontinuó, lo que impide hacer un buen diagnóstico ante la falta de datos ciertos y completos.

Quedarían, entonces, algo menos de 11.000 tambos, desde los 11.320 de finales de 2015, y desde los más de 30.000 del cierre de los ´80.

Para Manuel Ocampo, de APL (Asociación de Productores de Leche) entre las causas de la crisis sectorial figuran que «no se pudo aprovechar el pico de cotizaciones internacionales de hace 10 años (por las sucesivas intervenciones estatales), que el salario promedio industrial pasó de u$s400 a u$s3.000-4.000 (con cargas incluidas) lo que jaqueó a las usinas, y también la volatilidad del mercado internacional, sin contar con las herramientas que tienen otros países para atemperar estas situaciones, como los mercados de futuros, distintas organizaciones de productores, o subvenciones estratégicas, entre otras», explica.

Por supuesto que la gran definición que se requiere es si Argentina quiere, o no, exportar leche. Y, si la respuesta fuera la primera, además del marco político general adecuado, se requiere contar con un tipo de cambio (dólar) competitivo y no «extremadamente» bajo como lo caracterizan ahora algunos operadores del sector.

También se necesita un precio de la leche al productor acorde a inversiones y costos que, en la actualidad, se ubica por encima de los $ 7,0 por litro, alrededor de 30% por encima de lo que perciben hoy los tamberos.

Y para esto, también se necesita una industria mucho más eficiente, alineada con los parámetros de productividad industriales. En la actualidad hay relevadas cerca de 1.100 empresas (para 9.000 millones de litros), aunque solo las primeras 38 absorben el 85% del total de la leche producida (la N* 1, Serenísima, tiene el 14% y Saputo el 12%. En el tercer puesto está Williner con 6%).

Y naturalmente, además de los impuestos, se destaca el alto costo de las tarifas que, en el caso de la combustible y el gas, muy requeridos en tambos y usinas, están por encima de los Estados Unidos, según destacan.

De ahí que ante la consulta sobre si la lechería argentina aún tiene chances, la respuesta es inmediata: Si, pero en la medida que se defina que hacer.

Y esto, en el caso de Ocampo, significa además, decir «no a los sistemas perversos, y no a los impuestos que no se cobran», y que implican una competencia desleal que altera adicionalmente a toda la cadena.

Negocio de pocos. Hay relevadas cerca de 1.100 empresas pero sólo las primeras 38 absorben el 85% del total de leche que se produce.

Por Susana Merlo / Agritotal

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