La hacienda baja, la carne sube. ¿Y entonces?

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Se cae el relato referido a los precios que paga el consumidor y la responsabilidad del campo. En este y otros productos. Cuanto mejor sería ocupar ese tiempo en las reformas que se necesitan para salir de este atolladero.

Dejamos atrás otra semana en que las principales categorías comercializadas en Cañuelas vuelven a perder terreno. La seca, un mercado externo bastante menos amigable y el paupérrimo poder adquisitivo del consumidor local mantienen un cerco negativo sobre los valores de la hacienda en pie. Los animales livianos promedian precios similares a los del último abril y en valores constantes han perdido alrededor de un 30%.

Esta realidad no se refleja en lo que paga el atribulado consumidor argentino. Al intentar revisar este escenario, desde la industria frigorífica surgen datos esclarecedores para el mes de septiembre, que seguramente pueden extrapolarse a cualquier otro momento del año. Como en el caso del pan, ayudan a terminar con el folclore demagógico, esa eterna vocación orientada a cargar culpas sobre hombros ajenos. Tirar la piedra y acusar a algún otro que camina por la vereda, para luego juzgarlo y condenarlo convenientemente a pesar de ser, en el fondo, la víctima. La culpa nunca es del sistema.

El pan, la carne, destinos signados por el manoseo político. En el noveno mes del año el consumo por habitante promedio de doce meses se ubicó en 47,2 kg/año de carne vacuna, con una caída del 7,6% respecto del mismo mes de 2019. Ni heladeras llenas ni parrillas rebosantes, simplemente un abismal deterioro del salario del laburante.

Sin embargo, oficialmente se dirá que el encarecimiento de la carne en el mostrador obedece a la mala actitud de los «formadores de precios», otra entelequia elegida especialmente para disimular la inconsistencia del manejo de la economía. Si hay algún lugar en que tal denominación es disparatada es en los mercados agroganaderos, eternos cultores de la oferta y la demanda. Y en caso de que falte algo de transparencia el primer perjudicado es el propio productor, sin dudas.

El asunto es que las estadísticas indican que durante septiembre el nivel general de precios al consumidor registró un aumento del 6,2%. Por cuarto mes consecutivo no fueron los precios de los principales cortes vacunos los que contribuyeron a fomentar el elevado ritmo de incremento del nivel general, si bien resultaron equivalentes a la mitad de la suba general para septiembre.

CICCRA destaca que entre los principales cortes vacunos, sobresale la suba del precio de la carne picada común, con un 3,2% mensual. A continuación, se ubicaron la nalga y el cuadril con alzas del 3,1% y 3,0% mensual, respectivamente. Por su parte, el precio del asado experimentó un aumento del 2,9%. En lo que respecta a las hamburguesas congeladas, su precio subió 11,5% mensual. De todos modos hay que destacar que entre septiembre de 2021 y septiembre de 2022 los precios de los cortes cárnicos aumentaron menos que el nivel general del IPC.

¿Qué cuota de culpa se le puede asignar entonces a la ganadería? Contabilizando las cotizaciones de la hacienda en el Mercado de Cañuelas, las variaciones de precios durante el mes de septiembre tuvieron una evolución negativa: los novillos fueron de $/kg 288 a $/kg 278, los novillitos de $/kg 320 a $/kg 308 y las vaquillonas de $/kg 299 a $/kg 291. ¿Cómo responsabilizar al campo de los precios al mostrador que tiene que pagar el consumidor, cada vez más condenado a ver la carne de lejos?

Los precios de la hacienda están afectados por una importante oferta, empujada por la seca. La falta de pasto castiga a todas las categorías y la demanda no ayuda. Pero esto no se refleja en el mostrador de la carnicería o el supermercado. La inflación es un fenómeno atado a la emisión y esta al gasto público desmedido. Va siendo hora de dejar de fabular. Los chivos expiatorios engrupen a la militancia pero no solucionan los problemas de gente. Por eso estamos cada día peor.

agritotal

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