Cadena porcina alerta por importación
Martín de Gyldenfedt, de la industria chacinadora, y Juan Luis Uccelli, de los productores, señalan que hay una creciente presión para importar carne y productos terminados a precios que sacarían del mercado al sector nacional.
La espada de Damocles vuelve a pender sobre la cadena porcina, como no ocurría desde hacía años. Es que la situación global de la industria del cerdo y las condiciones macroeconómicas de la Argentina conforman un cocktail explosivo para que la cadena se vea devastada por efecto de las importaciones.
“Ya en 2014 y 2015 se sentía la presión del producto importado, pero con las DJAI (el sistema que regulaba las importaciones) la situación estaba más o menos contenida”, explica Martín de Gyldenfedt, gerente de la Cámara Argentina de la Industria del Chacinado. “Ahora el objetivo de mínima es que al menos haya un sistema de licencias no automáticas para la exportación”, agrega.
Es que tras el cierre del mercado ruso -entre otros factores- a los alimentos europeos, los países de este bloque, que además son grandes productores de cerdo, se encontraron con grandes stocks que tratan de colocar -incluso a precio vil- en terceros mercados.
Y el mercado argentino había sido una isla, donde gracias a un vigoroso consumo interno la cadena porcina pasó de producir dos millones de cabezas en 2003 a 5,5 millones en 2015, a lo que hay que sumar -de acuerdo a informes sectoriales- otro millón de cabezas que por una razón u otra no ingresan en las estadísticas oficiales.
Pero según el ejecutivo de Caicha hoy la cadena porcina argentina está cara respecto de otros países. Por caso señalaba que, expresado en pesos, el cerdo argentino cuesta para la industria casi $20 el kilo vivo, contra 12 en Brasil y 14/15 en Europa. Los salarios de los trabajadores locales también se ubica por encima de Brasil (el doble) y a la par de los europeos.
Por otra parte, y esto lo señalaba el director de la Asociación Argentina de Productores Porcinos, Juan Uccelli, mucho de lo que se importa como “jamón crudo” desde Europa, es solo una salazón que según nuestro Código Alimentario debería denominarse pernil de cerdo. “En nuestro país, hoy hay 1,2 millón de patas colgadas estacionándose. El mínimo para un jamón crudo son nueve meses, pero si entra un producto de calidad inferior, pero marketineado como “jamón crudo” de España o Italia, las consecuencias pueden ser devastadoras”, señaló el directivo.
Por lo pronto, dirigentes de la cadena han mantenido reuniones con funcionarios del Gobierno Nacional para alertar sobre la situación. Como se mencionó, lo mínimo sería que las licencias de importación no se expidan automáticamente.
Se estima que el 30% de la producción de cerdo nacional es comprada por la industria y que el resto se comercializa en fresco. Pero ante la presión de los otros países, los importadores no solo podrían traer el producto terminado (jamón crudo, embutidos), sino directamente la carne para venderla en fresco en el circuito interno. “Estamos de acuerdo en importar determinados cortes pero para agregarles valor localmente, no para venderlos tal cual en forma directa”, explica de Gyldenfedt, que representa a la industria chacinadora.
Un problema adicional surge de grupos transnacionales brasileñas que adquirieron compañías locales y ahora tienen la posibilidad de ingresar tanto con materia prima como con productos industrializados a precios casi viles. «Están en condiciones de traer jamón cocido al precio de la materia prima. Contra eso es imposible competir», señalan fuentes del sector.
Para la cadena porcina, que en los últimos diez años llevó adelante inversiones importantísimas ahora se cierne la amenaza de volver a quedar fuera de competencia si no se arbitran las medidas necesarias para equiparar las aguas.
Fuente: Infocampo
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