Los códigos secretos de los avisos mundialistas
No tenemos demasiado tiempo para descifrar los códigos ocultos detrás de cada pieza adornada de celeste y blanco, pero las intenciones quedan al descubierto en campañas muy sobreactuadas.
“A lo mejor los argentinos somos eso que nos pasa cada cuatro años”, afirma la publicidad mundialista de CLARO, la empresa telefónica cuyos capitales provienen de México. Ni el filósofo español Ortega y Gasset se animó a una síntesis tan descarnada de la argentinidad.
“¡Peleen, corran, pongan lo que tienen que poner!”, grita desaforado el locutor de Cablevisión, propiedad del Grupo Clarín, en una orgía de clamor subliminal golpista que escapó a la paranoia oficial sobre el rol maléfico de los medios corporativos. ¡Se te pasó 678!
“Jogo Bendito” de TyC Sport desvirtúa el discurso papal para adaptarlo a la lógica de la pasión futbolera. Por mucho menos unas décadas atrás terminaban en la cárcel. Ya no hay que escuchar los discos al revés para descubrir versos satánicos…
La madre de Messi nos sugiere que su nene llegó a ser uno de los hombres más ricos del mundo tomando leche La Serenísima. Le reconozco que tuvieron la dignidad de no decir que ingería NIDO crecimiento… Seguro queda para el próximo Mundial.
Aunque algunas compañías usan esta fiesta deportiva para vender, las publicidades mundialistas más importantes, aquellas donde se invierten enormes presupuestos, son institucionales; es decir, tienen por objetivo generar empatía con el cliente. Representan, al mismo tiempo, el sueño y la pesadilla de los creativos publicitarios. Pueden crear sin decir “compre” pero se trata de un evento donde opinan todos, desde el CEO hasta la esposa del Gerente de Marketing, y en esas condiciones el diablo mete la cola. Algo del espíritu empresarial (que no es el espíritu de la marca) suele colarse generando una suerte de código Da Vinci publicitario. Las intenciones empresariales quedan al descubierto en campañas muy sobreactuadas y empalagosas.
Miren por ejemplo el comercial de Quilmes, ahora en manos de la brasileña Brahma, que en su afán por reafirmar “Soy argento” (ya no saben qué hacer para disfrazarse de criollos) le agregó una impronta guerrera a nuestra identidad que le da cierto aire carioca; parecido a sumarle un toque de hiperquinesia a la personalidad uruguaya…
Obvio que no tenemos demasiado tiempo para descifrar los códigos ocultos detrás de cada pieza adornada de celeste y blanco. Junto a estos cantos épicos millonarios se filman, con menos plata, las piezas de consuelo por si la Selección pierde. Están guardaditas, llenas de caras sudadas y con gesto adusto que sugieren: “Hicimos todo los posible y pusimos lo que había que poner”.
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