Diario Clarín y TN, narraron la acción solidaria de la Dra. Gabriela Barone por donar medula ósea
Un hecho de solidaridad de una profesional de la salud del Hospital Julio de Vedia, pone el nombre de 9 de Julio en un buen pedestal, cuando se conoció, este último lunes 1 de abril, Día del Trasplante de Medula Ósea, la Dra. Gabriela Barone, quien se desempeña en el área de Hemoterapia del Hospital local, fue destacada por su acción de haberse convertido en donante de medula ósea para una mujer a quien no conocía, de la provincia de Neuquén.
La historia solidaria y que genera muchos likes en cuanto portal o red social aparece la nota se dio a conocer a través de Diario Clarín, quien título que donantes y receptores de diferentes provincias se encontraron en Buenos Aires, entre los que se menciona a la médica nuevejuliense.
La nota
Ahí está”, pensó Verónica cuando la puerta del ascensor se abrió y vio a Gabriela. Lorenzo jugaba cuando Victorino tocó la puerta de su habitación. A David lo reconoció la madre de Santiago por la foto de perfil de Whatsapp.
Era la primera vez que se veían, pero ya estaban unidos por sus células. Al encuentro entre receptores y donantes de médula ósea les siguieron el abrazo, las lágrimas y el agradecimiento. Viven en diferentes provincias, tienen distintas edades, tonadas, gustos, historias, pero son compatibles en una región genética ubicada en el brazo corto del cromosoma 6. Esa coincidencia hizo que Gabriela, Victorino y David fueran la aguja en el pajar que Verónica, Lorenzo y Santiago necesitaban para seguir viviendo.
Las parejas de donantes y receptores se encontraron en Buenos Aires, donde fueron reconocidas en un acto en el Ministerio de Salud y Desarrollo Social, en el marco de Día Nacional del Donante de Médula Ósea y la celebración del 16° aniversario del Registro Nacional de Donantes de Células Progenitoras Hematopoyéticas (CPH).
“El registro ha crecido enormemente. Partimos de unos pocos donantes a tener ahora más de 270 mil en el Sistema Nacional de Procuración y Trasplante (SINTRA) y 167 mil en el banco mundial”, precisa Belén Rodríguez Cardozo, directora del registro nacional, que tipifica unas 40.000 muestras por año. Para que la diversidad étnica del país esté bien representada, además de los voluntarios que se inscriben individualmente, el año pasado se hicieron 31 colectas dirigidas en pueblos originarios de Jujuy y otro tanto en Misiones.
Los requisitos para integrar el registro son tener entre 18 y 55 años, un peso mínimo de 50 kilos y no poseer antecedentes de enfermedades cardíacas, hepáticas o infectocontagiosas. Para inscribirse hay que acercarse a un centro de donantes (funcionan en los servicios de hemoterapia de diversos hospitales del país) y donar una unidad de sangre de la que se extrae una muestra para analizar el código genético. Esa información se ingresa a la base del registro nacional, que a su vez integra la red mundial, con 33 millones de donantes. El voluntario solo es convocado a donar si alguien compatible con él lo necesita. La posibilidad de que exista está coincidencia con alguien que no integra el grupo familiar es de una en 100.000. Por eso cuantos más inscriptos engrosen el registro nacional y el internacional más simple será encontrar la aguja en el pajar. El año pasado 91 argentinos accedieron a trasplantes gracias a donantes del exterior.
El que dona lo hace sin saber a quién. Solo sabe que alguien compatible, de acá o del exterior, lo necesita. Es un gesto altruista para un anónimo. Pero hay recompensa: transcurrido un año del trasplante, si donante y receptor quieren ponerse en contacto, el Incucai libera los datos para que puedan comunicarse y conocerse.
La hematóloga que predicó con el ejemplo
Gabriela Barone tiene 36 años, es hematóloga, jefa del servicio de hemoterapia del hospital de su ciudad, 9 de Julio, donde realiza colectas externas de sangre con inscripción al registro nacional de CPH. Por eso cuando sonó el teléfono y le dijeron que la llamaban del Incucai pensó -erróneamente- que era por trabajo.
“Me dijeron que había una receptora compatible, me preguntaron si estaba dispuesta a donar”, cuenta. “Obvio que sí -respondió en su momento-. Había ingresado al registro hacía años, mientras estudiaba en La Plata, muchos años antes de dedicarle todo mi trabajo a esto.”
La que esperaba en Cutral-Có era Verónica Torres. “Esto va a trasplante directamente”, recuerda que le dijo la médica. En 2007 había superado una leucemia, pero casi una década después volvieron a diagnosticarla. Le explicaron que hallar un donante compatible no era sencillo, que podía llevar tiempo. Pero fue menos de lo previsto. El trasplante se hizo en febrero de 2018. “Al otro día ya la quería conocer, pero me decían que no se podía”, sonríe y mira a Gabriela con dulzura.
“¿Vos sos Gabriela? ¡Yo soy Verónica!”, se había presentado unos minutos antes, luego de divisarla apenas se abrió el ascensor. Ya habían hablado por teléfono hacía un mes. Es que al año del trasplante, el Incucai les facilitó los contactos para que pudieran comunicarse. No tardaron nada en contarse sus vidas, qué hacían, cómo estaban conformadas sus familias. Y finalmente, en Buenos Aires, llegó el abrazo, con sus seres queridos como testigos.
Extraido de Clarin – Edicion 8.400
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