Inundaciones en 9 de Julio: el desafío de volver a producir
Desde el otoño pasado, gran parte del corazón productivo bonaerense se encuentra bajo agua. Técnicos y productores de la zona ensayan estrategias para sostener la ganadería, recuperar lotes y volver a sembrar.
La zona lleva más de seis meses de anegamiento, con caminos intransitables y lotes inutilizables. El impacto golpeó primero a la ganadería, que ocupa los bajos y áreas vulnerables. “Las vacas terminaron refugiadas en rastrojos de cultivos de verano, pero ahora viene el verdadero cuello de botella: esos lotes agrícolas están siendo reclamados para la siembra, y no hay lugar a donde llevar los animales”, advierte María Carolina Fritz, Asistente Técnica de la misma Regional Aapresid.
El avance del agua fue generalizado, y su persistencia impidió no solo la cosecha de girasol y maíz, sino también las labores básicas para encarar la gruesa. En palabras de Fritz, “los lotes que se pueden sembrar no llegan al 35% del total, y el acceso es muy limitado. El resto sigue aislado o bajo agua”.

En ganadería, las complicaciones se traducen en pérdidas y decisiones difíciles. “Muchos productores tuvieron que vender madres o trasladar hacienda a campos vecinos. Donde bajó el agua, el pasto desapareció. Los suelos quedaron desnudos y con salinidad. Rearmar una cadena forrajera llevará tiempo”, explica Ieno.
La agricultura también enfrenta un panorama complejo. Según el asesor, “de las 20.000 hectáreas de trigo que normalmente se siembran, este año solo se pudieron hacer 6.900: un 70% menos. En maíz temprano, apenas un 30% del área planificada. Lo que quedó pasó a soja o a maíz tardío, aunque muchos lotes directamente no se podrán sembrar”.
Estrategias para encarar lo que viene: fertilización, control y nuevas tecnologías
Tras meses de exceso hídrico, la campaña 2025/26 llega con un manejo mucho más costoso y ajustado. “No poder aplicar herbicidas residuales a tiempo encareció el control de malezas. Hoy los tratamientos de rescate rondan los 40 dólares por hectárea y, aún así, los resultados son menos eficaces”, explica el asesor Emanuel Ieno.
En muchos casos, la única opción fue realizar doble golpe químico para limpiar las lomas y habilitar la siembra tardía de soja o maíz. “Los lotes que se pudieron mantener limpios fue gracias a aplicaciones aéreas o con drones, porque las pulverizadoras terrestres directamente no podían entrar”, señala.
En ese contexto, el dron se impone frente al avión. “El avión pierde eficiencia cuando los lotes están recortados y anegados, porque no se puede hacer una pasada pareja; en cambio, el dron permite trabajar con precisión sobre los sectores aislados y sin desperdiciar producto”, detalla Ieno.

Aunque la oferta aún es limitada en la región, la demanda crece. “Los drones se están usando cada vez más para barbechos intermedios y rescates de malezas en lotes inaccesibles. Son más lentos, pero mucho más efectivos donde no hay acceso terrestre”, coincide María Carolina Fritz.
La fertilización también se ve condicionada. “Ya no podemos usar tolvas grandes ni fertilizantes a granel en cabeceras, porque las máquinas se encajan. Estamos regulando las sembradoras para aplicar entre 20 y 30 kilos por hectárea con granulados, buscando eficiencia y sin pasarnos en dosis”, explica Fritz.
La pérdida de nutrientes por lavado y la imposibilidad de hacer voleo anticipado dejan a los suelos con bajos niveles de nitrógeno, obligando a ajustar la estrategia con dosis mínimas y priorizando sectores altos. “Es un año donde se apunta más a empatar que a ganar, pero la clave está en adaptarse y no perder la oportunidad de sembrar”, resume Ieno.
Redes que sostienen: productores e instituciones unidos para volver a producir
A nivel regional, Fritz destaca la coordinación entre instituciones: “Nos reunimos con la Sociedad Rural, INTA y Aapresid para relevar el impacto y pensar estrategias conjuntas. Lo más importante es sostener el acompañamiento entre productores, compartir información y no perder el ánimo”, sostiene.
Pese al panorama adverso, los entrevistados coinciden en que el espíritu de la zona sigue en pie. “Cada productor busca cómo zafar, cómo sostener la vaca, llegar a sembrar algo. Hay una resiliencia y un compañerismo enorme, y eso es lo que hay que contar”, concluye Ieno.
Fuente e imagen: Aapresid
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