“El sorgo diversifica, sostiene y rinde”, dicen los especialistas, y el maíz podría ayudarlo a crecer en China
La aparición del spiroplasma, enfermedad que transmite la chicharrita del maíz (Dalbulus maidis), y la perspectiva de la repetición del fenómeno La Niña, abrieron una nueva oportunidad para el cultivo de sorgo, que con tecnología y manejo pretende recuperar una producción que fue perdiendo terreno desde hace décadas en el país.
“El sorgo diversifica, sostiene y rinde”, dijo Francisco Cinque, gerente general de Advanta Semillas. El ejecutivo contó que el rendimiento promedio en la campaña pasada fue de 3.000 kilos por hectárea, lo que representó un incremento del 60% en el marco de un escenario de estabilidad a lo largo de los últimos ciclos, incluidos los que fueron atravesados por la sequía.
Para Cinque, estamos transitando “la década del sorgo” por varias razones, entre las que apuntó: la creciente demanda de China, la incorporación de nuevas tecnologías y el cambio climático. “Las esquirlas de este cambio no sólo son las sequías o las inundaciones, sino también las nuevas plagas, como la chicharrita”, explicó. El sorgo allí encontró su lugar porque “aporta a través de la diversificación”, que es una de las herramientas que tiene el productor para cubrirse frente a situaciones adversas, porque “no tenemos subsidios estatales y los seguros multirriesgo son muy caros”, indicó.
“El sorgo cumple un rol importante en zonas con suelos salinos que se pueden incorporar”, dijo Cinque, y contó que Advanta que está trabajando en nuevos híbridos tolerantes a salinidad y frío, pero también acompañando a los productores que adopten este cultivo en el manejo.
Nicolás Udaquiola, analista de mercados y consultor agropecuario, recordó que, en el mundo, la producción de sorgo llega a 60 millones de toneladas, contra 1.200 millones de toneladas de maíz, y es un mercado abastecido a nivel global por dos grandes jugadores: Estados Unidos y Australia, con Argentina corriendo lejos en el tercer lugar. China es el gran demandante.
Sin embargo, la disputa entre Estados Unidos y China por los aranceles “puede impactar en el mercado, ya que los chinos pueden comenzar a buscar orígenes alternativos”, como ocurrió con el maíz, y allí la Argentina puede encontrar un lugar.
Explicó que, en el país, el sorgo es “competitivo desde el punto de vista de los costos”, no tanto en términos de precios, sino “por su estabilidad de rendimientos”.
Udaquiola señaló que por ahora el sorgo se estabilizó en una superficie de 950.000 hectáreas, y ese es “un escenario base”, pero estimó que en poco tiempo podría alcanzar 1,35 millón de hectáreas. “La meta de los 2 millones de hectáreas no es alcanzable para el año que viene, pero sí es muy probable en el mediano plazo”, dijo, y para eso deben cumplirse algunas condiciones, como que haya “mayor capacitación, para que el productor adopte los nuevos sorgos disponible, pero fundamentalmente exportando con la calidad que buscan nuestros compradores”.
En ese punto, Omar Odarda, consultor en comercio internacional y exconsejero agrícola de la Embajada Argentina en China, repasó la historia de altibajos que tuvo nuestro país como exportador de sorgo a China, un mercado al cual se llegó luego de varias idas y vueltas, hasta que en 2021/22 se colocaron allí 2 millones de toneladas. Hoy estamos consolidados como el tercer exportador hacia China, luego de Estados Unidos y Australia. Contribuyeron a eso dos situaciones externas: la guerra comercial entre las dos principales potencias mundiales y una sequía en territorio australiano, señaló.
En ese punto, Odarda explicó que China abrió el mercado para el sorgo forrajero, que se paga un menor precio, cuando en rigor el que tiene mayor contenido de tanino es mejor recibido por las destilerías para fabricar el tradicional licor chino, el baijiu.
Odarda apuntó que, si bien los precios FOB del sorgo son competitivos, los altos costos de flete y los derechos de exportación le quitan atractivo para el productor argentino.
De todos modos, el desafío es reducir esos costos, entre otras cosas, retrotrayendo una normativa del BCRA del año 2023, que fijó condiciones de pago para los proveedores de servicios marítimos; pero, además, comenzando a exportar maíz y “combinar cargas” que permitan reducir los precios de la logística. Y agregó que “tenemos que mentalizarnos que hay que cumplir los protocolos sanitarios con China, y allí toda la cadena es responsable”.
“Los 2 millones de hectáreas están cerca, aunque parezca una meta difícil de alcanzar”, resumió Julio Calzada, director de Estudios Económicos de la Bolsa de Comercio de Rosario y coordinador del panel.
La presencia del país exportando el 85% de su producción es un indicador de su potencial en los mercados externos, pero también un desafío puertas adentro, para seguir sumando valor agregado en origen, la nueva meta para los próximos años.
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