Un año que termina con atrasos en la campaña
Por Susana Merlo: productora rural/ periodista
Mientras sigue atrasándose la cosecha de trigo (aún falta la zona típica del sudeste bonaerense y sólo se recolectó algo más del 20% en toda la provincia), también los avances en la siembra de la gruesa continúan demorándose a causa de las lluvias periódicas en varias zonas, especialmente en pleno corazón de la Pampa Húmeda.
Es cierto que, donde se logró sembrar puede haber lotes que logren rindes excelentes a causa de los altos niveles de humedad; sin embargo, son más los daños que los beneficios; entre otros, la caída global del área de siembra respecto del ciclo anterior. Según el especialista Gustavo Oliverio, «el área final podría estar por debajo de los 30 millones de hectáreas, o sea, una ocupación de suelo efectiva de 28-28,5 millones de hectáreas por el doble
cultivo».
Sin duda, la temporada 2013/14 es una de las campañas más duras que se recuerde, y «salir hecho» es una de las expectativas crecientemente generalizadas entre los productores, en un año en el que clima, la suba de costos internos y la caída de los precios internacionales fueron las características más salientes.
Así, con lluvias que comenzaron ya en febrero y que luego se generalizaron durante el invierno (algo infrecuente, ya que habitualmente es la época seca),inundando varias regiones de la Pampa Húmeda y el litoral, especialmente el territorio bonaerense, comenzaron las demoras en las labores y la siembra de los cultivos de invierno. Luego, con la acentuación de las precipitaciones a la
entrada de la primavera, la situación se agudizó (localidades como Carmen de Areco registraron el período más lluvioso en 60 años), mientras los precios afuera seguían cuesta abajo y los internos trepaban, lo que provocó el abandono de no pocos proyectos de siembra quedando, así, campos sin arrendar y muchos lotes finalmente sin ocupar, en especial en las zonas más alejadas.
Sin duda, el NOA fue una de las regiones más castigadas, lo mismo que La Pampa. El flete fue alejando cualquier posibilidad de hacer agricultura, excepto para uso propio. Pero no fueron las únicas donde quedó tierra sin ocupar.
De hecho, y a pesar de las «optimistas» cifras oficiales, se estima que el maíz es uno de los cultivos que más sufrieron la situación general, con un profundo recorte de área de siembra que, según Oliverio, podría rondar los 3,2 millones de hectáreas «para grano», a lo que se agrega una creciente superficie de cultivo para «uso propio», ya que para los productores que aún mantienen el
esquema ganadero, o lechero, es mucho más conveniente transformar el grano en leche o en carne que mandarlo con un alto flete al mercado.
Algunos estiman hoy que la distancia que «banca» el maíz no supera
demasiado los 200 kilómetros a puerto. Esto determinaría que el volumen disponible final ronde en no más de 22-23 millones de toneladas, aunque falta sembrar cerca del 35% del área, según los datos oficiales.
La gran duda, sin embargo, sigue siendo la soja, ya que, si bien muchos estimaban que la oleaginosa podía llegar a ocupar buena parte de las tierras que iba dejando vacante el maíz, tal cosa no está ocurriendo, y en el mejor de los casos, ahora las fuentes privadas estiman una superficie de alrededor de 20 millones de hectáreas, lo que haría prever una cosecha de 52-53 millones de toneladas, si el clima no sigue complicando en el otoño, ya que para la cosecha aún faltan cuatro meses, por lo menos.
Por supuesto que el escenario no ayuda a mejorar el humor de los
productores. Es que aun con cierto «rebote» que registraron los precios internacionales, el mercado local sigue totalmente ajeno y despegado del de Chicago, especialmente en trigo, donde se estima que el mantenimiento de las restricciones a la exportación arroja una diferencia de precios adicional, en detrimento de los agricultores argentinos, de alrededor de u$s 60-u$s 70 por
tonelada.
«Con esta situación estamos forzados a hacer caja de ahorro-producto», reconocía un productor del norte bonaerense, respecto de guardar tanto maíz, como y trigo.
Muchos tampoco podrían hacer otra cosa, ya que el estado de buena parte de los caminos rurales imposibilita el paso de un camión cargado con 30 toneladas de granos, a menos que pare de llover y los respectivos municipios envíen la maquinaria para recuperarlos, lo que tampoco es demasiado previsible, menos aún lanzada ya la carrera electoral (que impone otras «prioridades»).
El tema es que «la Argentina está estancada hace, al menos, cinco años. Hoy tendría que haber una cosecha de cerca de 115-120 millones de toneladas, es decir, 15-20 millones más, pues en esta campaña apenas se van a «arañar» nuevamente los 100 millones, si no hay más complicaciones. Entonces, estimando un FOB promedio de u$s 300 por tonelada, son u$s 4.500-6.000 millones. «¿Y quién asume esa pérdida?», se preguntó Oliverio, que destacó también que «las lluvias de febrero de 2015 serán clave para el resultado final
de la cosecha.
De todos modos, y aun con el endeudamiento creciente, los roductores ya comienzan a soñar, a partir del cambio de expectativas creciente a medida que acerque el cambio de Gobierno, hacia fines del año próximo. Por eso, se prevé que el arranque de la próxima campaña se independizará un tanto de los resultados de la actual revirtiendo, finalmente, la curva de caída de área,
y, por lo tanto, se podría salir del estancamiento de los alrededor de 100 millones de toneladas.
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