Convirtió un tractor en un lavarropas móvil

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Tiene excelentes aptitudes para la invención. Esa es una de las cualidades que sobresalen en Carlos Sullivan, de 67 años, cuya vida está ligada a la producción agropecuaria.

Heredó esa pasión de su abuelo, quien adquirió 350 hectáreas. Cuando falleció, en 1971, el campo se dividió entre los doce hermanos que recibieron, según la calidad, entre 28 y 32 hectárea cada uno.

La familia de Carlos fue construyendo su futuro en base al trabajo permanente. Eso le valió ir creciendo e incrementar la superficie a cultivar como también incorporar maquinaria agrícola. “Arrancamos haciendo fardos y sembrando papa. A medida que fueron pasando los años compramos campos y también fabricamos nuestras dos primeras cosechadoras de papa y fumigadoras”, señaló el productor quien en las últimas horas trascendió a nivel nacional por un hecho particular.

Bajo el título “Convirtió un tractor en un lavarropas móvil para que su hijo no pierda tiempo”, el diario LA NACION, a través de la periodista Pilar Vázquez, describió este curioso hecho que tiene a un balcarceño como protagonista.

“Estoy sorprendido por la trascendencia de la nota, realmente. Mucha gente me ha llamado para felicitarme como también otros medios para que les cuente detalles del invento”, comentó a El Diario.

LA ULTIMA CREACION

¿De qué se trata? Carlos le fabricó a su hijo un lavarropas dentro de la cubierta del tractor que maneja. Lo hizo para facilitarle la tarea a Matías mientras desarrolla sus tareas en el campo. Calculó que necesita recorrer dos hectáreas y media con el tractor para completar el lavado de la ropa.

Para ello, el ingenioso productor colocó un tanque, con una paleta en su interior y una pequeña puerta en el centro, en la llanta del tractor. Introduce la ropa con un “poquito” de agua y jabón en polvo y mientras trabaja, la ropa se lava.

“La rueda del tractor gira y hace la función de un lavarropas. Lo tengo medido: siembro dos hectáreas y media y paro para enjuagar y colgar la ropa en el alambrado. Si paso de ese tiempo, la ropa se me gasta porque tiene mucha potencia”, explica Matías quien entre risas agrega: “Falta el secarropas, que mi papá ya lo tiene todo estudiado en la cabeza, pero nunca lo hizo”.

No tiene límites la creatividad de su padre Carlos. Con sus propias manos fabricó con caños de noria una embutidora y una extractora de grano, y también fumigadoras, entre otros equipos.

Sin embargo, contó, el más significativo para la familia lo hizo en 2019 cuando Matías sufrió un accidente mientras manipulaba una cosechadora, perdiendo prácticamente cuatro dedos. Le hicieron un trasplante de piel completa y perdió la capacidad de hacer la supinación y pronación del brazo.

Era necesaria una intensa rehabilitación. El hecho de vivir en el campo complicaba las cosas pero el inventor de la familia encontró una creativa solución. Valiéndose de un bolillero de una bomba de agua, una planchuela y el disco viejo de una máquina le fabricó a su hijo un aparato para que pueda recuperar la movilidad de la mano afectada. “Fue terrible verlo a Matías así. Mi familia es todo para mí y él es mi mano derecha, así que me centré en darle a él todo lo que necesitaba”, dice.

Su hijo cuenta: “Yo le explicaba a mi viejo los movimientos que tenía que hacer mi brazo y él me hizo un aparato que me salvó la mano”.

A todas las máquinas que su padre compra las pone a prueba durante un tiempo y después las reforma a su gusto. “Siempre algo les falta”, señala.

Hace años, cuenta orgulloso Carlos, le envió un escrito de ocho páginas a una empresa dedicada a fabricar sembradoras. Minucioso observador, le detalló una serie de inconvenientes que presentaba la máquina. “Me dieron bolilla y la reformaron; las nuevas salieron con la reforma que le hice yo. Eso me dio mucha alegría”, confiesa.

“Cuando voy a la ciudad, veo en los contenedores de basura lo que otros tiran y me dan ganas de meterme y llevarme todo porque yo miro las cosas y me imagino todo lo que se puede hacer con eso”, indica.

TAMBÍEN PASTELERO

La cocina también lo atrae a este inquieto productor y en especial la pastelería. Decora las tortas que su esposa luego vende para fiestas de casamientos y cumpleaños de quince. Esta decoración tiene un sello que la distingue y que el propio autor describe en la nota: “Si no tiene fierros, no entra en la categoría de mis tortas”.

Como en lo de los Sullivan nada se tira ni se desperdicia, arman los soportes de las tortas con los discos de la rastreadora de discos.

APRENDER, SIEMPRE

La filosofía de Carlos Sullivan es siempre aprender de los errores. “Lo importante es empezar. Cuando uno hace algo por primera vez, si no sale como uno esperaba, no hay que preocuparse, a las cosas hay que ir perfeccionándolas. Todo lleva su tiempo”, subraya feliz.

Fuente El Diario de Balcarce

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