20 de septiembre

Se conmemora hoy el Día Nacional del Caballo en homenaje a “Gato y Mancha” en el día de su llegada a Nueva York

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El 24 de abril de 1925 se inició en Buenos Aires una de las travesías más famosas del siglo. Dos caballos criollos, Mancha y Gato, guiados por el profesor suizo Aimé Tschiffely recorrieron los 21500 Km (4300 leguas) que separan a la ciudad de Buenos Aires de Nueva York y conquistaron el récord mundial de distancia y altura, al alcanzar 5900 m. s. n. m. en el paso El Cóndor, entre Potosí y Chaliapata (Bolivia).

El viaje se desarrolló en 504 etapas con un promedio de 46,2 Km por día. Los caballos, animales tehuelches comprados al cacique Liempichín en Chubut por Emilio Solanet, a la avanzada edad de 18 años, probaron que la raza criolla tiene ejemplares insuperables para los trabajos de campos, rudo oficio donde las líneas elegantes son inútiles.
Durante el viaje cruzaron varias veces la Cordillera de los Andes, y fue en esos cruces donde mayores dificultades encontraron. El escabroso terreno se eleva a más de 5500 m y la temperatura llega a 18° bajo cero.

El diario La Nación, junto a otros medios, siguió desde sus páginas al valiente aventurero y sus caballos. Algunas de las líneas decían así: «En Huarmey el guía no pudo más, ni sus bestias. Los dos criollos Mancha y Gato se revolcaron, tomaron agua y después se volcaron al pasto con apetitos de leones. De Huarmey a Casma, 30 leguas, calores colosales…¡52 grados a la sombra!… sin agua, ni forraje, arena, arena, arena. Los cascos se hundían permanentemente de 6 a 15 pulgadas en la arena candente…».

Y en la editorial del 23 de septiembre de 1928 quedó patentado el logro: después de más de tres años y cinco meses, Aimé montado en Mancha, su fiel compañero (Gato tuvo que quedarse en la Ciudad de México al ser lastimado por la coz de una mula), logró la hazaña: «Al llegar a la Quinta Avenida de Nueva York llevaba en los cascos de su caballo criollo el polvo de veinte naciones atravesadas de punta a punta, en un trayecto más largo y rudo que el de ningún conquistador, y sobre su pecho, en moño blanco y celeste, bien ganados como una condecoración, los colores argentinos».

Mancha y Gato volvieron a sus añoradas pampas (El 20 de diciembre de 1928 pisaron otra vez suelo porteño). Años después de culminada la travesía y de regreso en Argentina, Aimé se llega un día a la Estancia «El Cardal». Viene a visitar a sus amigos, a quienes hace mucho que no ve, y con quienes compartió tantos momentos de alegría y sinsabores.Se baja en la entrada de la estancia, lanza un silbido y al momento se le acercan al trote Gato y Mancha. Iban al encuentro de su preciado compañero.

Aquellos heroicos caballitos criollos no lo habían olvidado. Mancha y Gato murieron en 1947 y 1944, respectivamente. Fueron cuidados hasta su muerte por el paisano Juan Dindart, en la Estancia El Cardal.

Hoy se encuentran embalsamados, en exposición en el Museo de Luján, Dr. Emilio Udaondo. Aime Tschiffely, en tanto, siguió viajando, por la Patagonia, por España y por Inglaterra, pero siempre volvió a la Argentina. Falleció en 1954, su último viaje lo realizó 44 años más tarde, cuando sus cenizas abandonaron el cementerio de Recoleta y fueron sepultadas en el campo que su amigo Solanet tenía en Ayacucho.

Foto: cedicupo

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