Primero muerdo, luego juego

Con presión e intensidad pero sin tanto juego, Once Tigres venció dos a cero a Quiroga con goles de Ascani y mantiene el segundo lugar, expectante, detrás de Agustín Álvarez.

Share on FacebookShare on Google+Tweet about this on TwitterShare on LinkedIn

¿Se puede perder tanto con la ausencia de un jugador? Pareciera que sí. La lesión de Del Papa evidenció el plan ofensivo que tenía Quiroga para el campeonato: los diez goles que te asegura el 9 en un torneo de 18 fechas. A su vez, desnudó sus falencias creativas. Un conjunto que se precie de tal debe priorizar la idea sobre los nombres, aunque éstos (claro) sean de suma importancia para ejecutarla.

En la vereda opuesta, el victorioso Once Tigres. Un equipo que tiene un par de ideas nítidas: presión alta, ataque ancho y organización defensiva.

En el primer tiempo no deslumbró, es cierto. Presionó y cortó pero no brilló en la creación. Un tiro libre a los 10 le dio la posibilidad a Vladimir de cambiarlo por gol. Abajo, al palo del arquero. ¡Clinck! hizo el remate. Beso al palo y adentro. Ya sobre el final, un clásico del fútbol. Pase entre líneas que rompe con la zaga defensiva y el delantero queda mano a mano. Fuerte, arriba y al primer palo. Ascani convertía el segundo.

Los primeros diez minutos del complemento fueron dinámicos. Quiroga le dio intensidad. Encontró a Flavio Amigo por izquierda y con él alguna posibilidad. Y el tigre, de contra, halló la comodidad. Tuvo una que desperdició. Sin embargo, en un 0-2, cuando las ocasiones o el descuento no llegan, es habitual que el partido caiga.  Y así estuvo El Coqueto durante algunos minutos.

A los veintisiete se escuchó un grito: «Toquen la pelota, por favor». Es Omar Santorelli completamente de negro y desde el banco. Sacado. Del otro lado, Nieto seguía cambiando piezas. A los treinta ya había hecho los tres cambios pero el rompecabezas seguía sin armarse.

Cinco minutos más tarde, Santorelli hace su primera modificación: Avelino por Perazzo. San Miguel iba de ocho y reforzaba el doble cinco.

En esa decisión del banco y en el oficio en el verde césped, se refugió Once Tigres en los últimos diez. Una jugada lo demostró. Quiroga atacaba pero no podía. Vladimir bajó a buscar una segunda pelota. Le hicieron falta de espaldas. Cayó al piso y agarró el balón con la mano. Pisó el freno.

No es menos verdad que pudo haber ampliado: Ibañez y Ascani tuvieron las suyas. De tiro libre, la figura casi convierte un hack trick.

El pitazo final de Utello dejó algunas conclusiones claras: que Once Tigres tiene hambre, como hace tiempo no tenía, y que Quiroga deberá reconstruir su identidad sin su goleador y sin alguien claro que lo reemplace.

Entretanto, Agustín Álvarez mira desde arriba del árbol pero oye el rugido del tigre.

Texto y foto: Juan Jose Lopez

Para El Regional Digital

Deja un comentario